Por Martín Madía. Miembro de la Secretaría de Formación Política del Peronismo Militante de Esteban Echeverria.
"La verdadera política es la política internacional"
Juan Domingo Perón
La falta de bases concretas en las relaciones sociales, donde todo es rápido y poco profundo se genera por el desarrollo de la globalización. Fenómeno profundizado entre los 70s y 90s que fortaleció un liberalismo cultural que parece invencible e indetenible. Pero ante este acontecimiento global cabe preguntarnos ¿Qué papel juegan los pueblos? ¿Solo las multinacionales son artífices de la historia?
Vivimos en un contexto de cambios, tiempos efímeros que parecieran hacer líquida la eternidad que envuelve a nuestros pueblos, satisfaciendo necesidades poco filantrópicas, por no decir nada, pero que se venden muy bien como tal.
METAMORFOSIS DEL IMPERIO
La posmodernidad, la globalización, la caída del muro de Berlín y la derrota de la URSS, como así también la crisis financiera del 2008, generaron fuertes transformaciones en la estructura imperial. Por lo tanto creo que es necesario analizarlas.
La sociedad está cada vez más líquida1 y atomizada2. Dónde la tecnología avanza de forma desenfrenada, destrozando la naturaleza y sacrificando a los pueblos del mundo. Pero este avance, además de ocasionar sacrificio, también deja al margen del sistema a millones de personas. Antes trabajos que hacían decenas y decenas de individuos, hoy lo hace una máquina. Por lo tanto el mercado del trabajo escasea cada vez más.
Frente a estos cambios de estructura nos surgen inmediatamente dos interrogantes:
¿Hoy en día el imperialismo sigue operando de la misma manera que en el siglo XIX y casi todo el siglo XX? ¿El imperio sigue teniendo carácter de nación o mutó?
Se puede observar una lucha por la hegemonía internacional. Una lucha interna que el poder dominante sufre y que dentro de poco deberá resolver si no desea su desintegración.
La observación de ver como nuestro enemigo directo solamente a Estados Unidos a lo mejor sea errónea. Continuar con el criterio de Nación imperial hoy en día nos limita posiblemente de otras dominaciones, tal vez más fuertes. Esta mutación que embiste al imperialismo puede explicar los fenómenos reaccionarios como Trump y Le Pen.
Atravesamos un contexto dónde este nuevo ordenamiento busca un mundo aún más enfermizo, con individuos arrastrados a las deudas del sistema usurero financiero, sin patria, en dónde prevalece el más apto.
El darwinismo social extremo al que estamos llegando, profundiza la crisis de valores que la sociedad civil moderna occidental viene teniendo hace rato. La despolitización, la destrucción de lo nacional, genera una reacción, principalmente en los países centrales.
Esta reacción se traduce en un conservadurismo extremo que comienza a representar más a ciertos sectores postergados. Es por este motivo que se produce una especie de “derechización” de los electorados de aquellos países dominantes occidentales.
El cosmopolitismo que ofrece la globalización y su absoluto liberalismo anti tradicional, ocasiona una reacción políticamente exagerada. Esta respuesta genera un férreo conservadurismo en los países centrales, debido a la vulneración de su cultura.
La transnacionalización de las altas burguesías que antes eran nacionalistas, causa pérdida de trabajo y desastres sociales. No es casual la poca participación en las últimas elecciones en Francia, como tampoco la adhesión de los sectores más humildes a Le Pen. Otro ejemplo del agotamiento de este liberalismo cultural y financiero fue el fenómeno Trump que su apoyo se consolidó en los habitantes de las zonas más rurales (fuera de toda expresión cosmopolita) o de la dependencia de zonas industriales. Mientras los votantes de Biden eran habitantes profesionales de las grandes urbes, dedicados a los servicios digitales.
Surge una reacción en los poderes imperiales que todavía son nacionalistas, defendiendo a los trabajadores en sus países e interpelando a las clases más postergadas. Pero es una disputa simplemente hegemónica. Este nacionalismo es el nacionalismo de exclusión que caracterizó al imperio y nos vive sometiendo. Es la rama conservadora del poder que intenta recobrar fuerzas para vencer al globalismo y volver completamente a las riendas del control internacional.
Estas reacciones nacionalistas conservadoras en los países centrales conforman fuerzas políticas que son las únicas que defienden la producción y logran interpelar a los trabajadores por aquellas latitudes.
La derecha europea en la actualidad aparece como la única capaz de representar el interés obrero, mientras la izquierda del siglo XXI abraza las agendas de las grandes élites financieras. Este es un rasgo muy interesante a la hora de analizar la situación actual, demostrando lo trastocada que está la política occidental.
DISPUTA
La lucha hegemónica por la dominación de los pueblos necesita expandirse a todo el resto del planeta.
Las razones principales son dos: la desviación de las luchas por la emancipación de los pueblos; y la disputa del globalismo y el conservadurismo por el control militar, económico, político o cultural de cada determinado espacio.
Existen personajes como Steve Bannon (ex secretario político de Trump) que se dedican a impulsar partidos reaccionarios en occidente como el caso de Vox en España.
Ocurre lo mismo del lado del globalismo: aparecen fuertemente las ONG internacionales financiadas por grandes banqueros, con el objetivo de marcar la agenda política en los gobiernos. El ejemplo más claro de las ONG es Greenpeace, como así también en cuanto a los financistas se pueden encontrar magnates como Ingmar Rentzhog, quien apoya económicamente a la activista Greta Thunberg.
Sabiendo esto, nos surge inmediatamente el siguiente interrogante: ¿Hay algo más colonial que discutir agendas impuestas por el extranjero?
Capaz que ya sea hora de empezar a marcar una agenda nacional dirigida por las mayorías y no por los sectores acomodados fanatizados con Europa.
¿DEBEMOS TOMAR PARTIDO POR UNA DE ESTAS FACCIONES HEGEMÓNICAS?
Estamos atravesando una lucha global contra estos sectores anteriormente mencionados. Veremos en unos años como se define. En el mientras tanto, caer en alguna de estas posiciones que nos resultan completamente ajenas, es caer nuevamente en la subordinación cultural, por lo tanto económica y por ende política.
Claramente este es un problema de las metrópolis. Una disputa que esboza el interés en retomar el cauce nacional del imperio, enfocado en la producción y las tradiciones culturales; o profundizar la agenda de los grandes grupos financieros, es decir, aquellos que promueven el multiculturalismo, mientras la atomización sigue creciendo, y los intereses de los sectores nacionalistas caen. Claramente en Latinoamérica, nuestra realidad es completamente diferente.
Es imperioso comprender que tanto las categorías europeas como las problemáticas que se desenvuelven en el viejo continente, son para nosotros completamente ajenas. El imperativo del ahora como lo fue el del ayer y lo será el del mañana, claramente es el pensar desde la periferia. Es decir, pensar desde nuestra concepción de semicolonia3.
Se puede apreciar como estás luchas hegemónicas logran ganar adhesiones en los países del tercer mundo, tratando de imitar a las sociedades abiertas occidentales que tanto han destrozado a la humanidad con su fervoroso materialismo. Podemos escuchar los argumentos de algunos que se dicen "nacionalistas" y se posicionan del lado de la derecha conservadora y xenófoba europea; como así también a aquellos académicos aislados de la realidad nacional que parecieran estar mucho más preocupados por la derechización del electorado francés que por nuestros problemas autóctonos.
Jauretche decía que “no se trata de cambiar de collar sino de dejar de ser perro”
¿Tenemos que tomar posición por alguna de estas posturas coloniales? ¿Los progresismos o conservadurismos foráneos traerán las soluciones que necesitamos?
Pareciera que son síntomas, una vez más, de la colonización cultural.
¿El globalismo es la respuesta a nuestras necesidades? Ni el globalismo ni el antiglobalismo de los países centrales nos servirá para desarrollarnos. La respuesta creo que es tener una política verdaderamente nacional.
POLÍTICA NACIONAL
Es inconcebible consumar un proyecto de nación que abarque políticas soberanas sin el conocimiento histórico adecuado de la realidad del país. Bien sabemos que desde la conformación del estado nación argentino, dónde la élite porteña, dueña de grandes extensiones agrícola ganaderas; impuso su poder y se adueñó del aparato cultural.
El sistema educativo, los medios de comunicación, los círculos intelectuales, las editoriales y otras tantas usinas del pensamiento colonial nos siguen enseñando hasta el día de hoy las "bondades del eurocentrismo" y nos señalan el retraso de lo autóctono. Este síndrome de inferioridad, el cual implica la baja autoestima, la falta de habilidad y el menosprecio, es la acción psicológica perfecta para someter y doblegar a un pueblo.
La mayoría de la dirigencia política nace de los ámbitos académicos y pertenecen generalmente sectores medios acomodados. Pero a su vez son víctimas de la colonización imperialista. Esto puede generar la ceguera en cuanto a la planificación nacional para llevar a cabo políticas argentinas.
La historia verdadera es perseguida o en su defecto ocultada y como respuesta nos brindan una deformación de esta.
En nuestro país podemos ver como nuestra dirigencia en muchos de los casos adhiere con alguna de estas facciones. Por un lado, se puede apreciar al bando del conservadurismo fiel a la reacción nacional del imperio como el Frente NOS con un fuerte vínculo a Steve Bannon; o la mayoría de la movida libertaria ligada a la famosa ONG Atlas Network (muy allegada al gobierno de Donald Trump), financiadas por grandes empresas y hasta por el departamento de estado de EEUU. Por el otro lado, aquellos que sirven como satélites a las grandes élites transnacionales como Cambiemos (frente que se mostró partidario de los demócratas), algunos políticos ligados a fundaciones como la Open Society, como Martín Lousteau, Ricardo Lipovetzky y hasta Romina del Pla, Victoria Donda o Gabriela Cerruti
¿Cómo va a existir una política soberana si no tenemos en cuenta algo tan elemental como nuestra condición de país periférico subordinado a los diabólicos juegos del poder mundial?
Este sistema lucra con la dependencia. Un país soberano no es negocio para la élite que históricamente vivió parasitando la economía. Por eso combaten la política nacional y todo proyecto colectivo generando falsas dicotomías.
Cada nación verdaderamente soberana tiene intereses propios que en cierta forma está ocurriendo en Europa con la oleada conservadora, porque es la reacción de sectores que se sienten sofocados por la usura y el desprecio a las raíces. Pero como respuesta ofrecen la supremacía racial, la violencia, el colonialismo, etc. En fin, son el nacionalismo de exclusión.
Por eso nuestro nacionalismo popular y revolucionario, con base latinoamericana, aspira a la construcción de la patria grande, no tiene nada que ver con estos modelos conservadores. Que intentan copiar aquellos modelos y terminan siendo lacayos de una de las facciones del poder que nos somete. Esto también ocurre con el progresismo que desea imperiosamente la destrucción de toda tradición, siguiendo la línea que los organismos internacionales y ONG globales les asignan.
El avance de la "derecha" o "el progresismo" en Europa o en EEUU nos tiene sin cuidado. Pensemos desde la periferia, desde nuestro espacio, desde nuestra condición de semicolonia. Ni imperialismo nacionalista ni imperialismo globalista.
CONCIENCIA NACIONAL
Si analizamos meticulosamente nuestro devenir histórico, nos daremos cuenta de la existencia de una constante lucha que se repite día a día. Esa lucha se sintetiza en una contradicción de nuestro existir, referido a nuestro ser, no solo individual sino principalmente colectivo. Liberación nacional o dependencia colonial, es la lucha que resume nuestra historia, como la de cualquier pueblo hermano oprimido.
El reconocimiento de nuestro sometimiento, y el pensar desde la periferia nos encamina a la comprensión de que tomar alguna posición referente por algunas de las facciones hegemónicas imperialistas (globalismo o conservadurismo) es simplemente la perpetuación de nuestra condición como semicolonia. Desviandonos de esta forma de nuestra lucha central por la liberación.
Libertad no sólo en términos materiales sino también de profundidades espirituales. Es esta también una disputa de sentido.
Quizás esta liberación deba llevarse a cabo por principios filosóficos bien arraigados a nuestro suelo, y no copiando producciones intelectuales "rebeldes" de otros lugares como así tampoco sus políticas. Porque si nuestro análisis se enfoca en indagar sobre las soluciones en latitudes muy diferentes a nuestra esencia (o peor aún en el territorio del imperialismo, es decir Europa occidental y EEUU) inevitablemente caemos en una desconfiguración y desconexión estrepitosa de nuestra realidad. Es decir, que se imposibilita todo cambio. El hecho de importar soluciones solo causa más subdesarrollo e injusticia social.
Romper con la subordinación cultural es la misión de los movimientos nacionales de los pueblos que luchan por su definitiva emancipación.
"(…)formular, orgánica y metódicamente, una redefinición de conceptos referentes a todo nuestro proceso cultural en función de autoconciencia y liberación (…) todo lo dicho apunta a fundamentar la necesidad de una aproximación conceptual en torno a un nuevo eje cultural que no sea la ideología de la dependencia, en sus distintos matices, puesto que hoy el sistema central de poder exportar hacia la periferia no un ingrediente único”
Fermín Chávez
CONCLUSIÓN: ¿CÓMO ACTÚAN LOS PUEBLOS?
La lucha que se está viviendo hoy día se quiere extrapolar a todo el tercer mundo con el afán de desvíar la pelea por la emancipación y responder a cualquiera de estos tipos de poderes. Como pueblos oprimidos, oponernos al globalismo que licúa los seres nacionales, no es una opción sino un deber. Pero esa oposición no debe caer en la reacción de los sectores conservadores de los países centrales que quieren retomar las riendas de la hegemonía imperialista.
La alternativa al globalismo asesino no puede ser otra variante asesina. Tal vez sea momento de fabricar nuestra propia variante, la de los pueblos oprimidos, la línea de la tercera posición.
Si el siglo pasado el tercer mundo peleó contra la tiranía del imperio yanki y del soviético, en este siglo debemos pelear con el progresismo financiero y contra el conservadurismo occidental. Ambos responden a lo mismo, al dios del dinero.
Sin embargo, nosotros respondemos a una lógica completamente distinta. Somos un pueblo nuevo con hambre de libertad. En la América hispana, latina y profunda, se encuentran las respuestas a nuestros interrogantes. Allí, se manifiesta la mezcla de indio y español, se fusiona la metafísica con la física, la materia con el espíritu.
No tenemos relación directa con el materialismo occidental, no tenemos rasgos patológicos provocados por el individualismo.
Mantenemos en lo profundo de nuestra patria (como así también en la patria grande) los lazos comunales, la hermandad, la solidaridad y la integración humana. Valores que se siguen manteniendo a pesar de estar en tiempos líquidos de la sociedad posmoderna occidental.
Se demostró a lo largo de la historia que las cosmovisiones "universales" del eurocentrismo fracasaron y son responsables de las mayores atrocidades cometidas: hambrunas, matanzas, destrucción de culturas, enfermedades, aniquilación de la naturaleza, atomización del ser humano, el desprecio a lo diferente, guerras mundiales, colonizaciones, etc.
Es hora de que rompamos con el linaje de subordinación al europeísmo y abracemos fuertemente nuestra idiosincrasia, nuestro espíritu y a nuestros hermanos.
En una sociedad dividida, donde no importa el otro; la única salida es generar comunidad y organizarla. Pero difícilmente esto pueda ser posible con la intromisión de fuerzas ajenas que nos someten (potencia extranjera, multinacional o un organismo multilateral de crédito como el FMI).
Parafraseando a Los Piojos, claramente "vamos a ser libres si amamos lo que es nuestro".
Me parece indicado seguir este camino, el camino del nacionalismo popular revolucionario. Un nacionalismo amigo de los pueblos del mundo, que pelee por lo justo y que no intervenga en los asuntos que no le incumben de otras fronteras.
La alternativa que surge contra el globalismo no es Donald Trump, sino la América profunda. En la periferia está la respuesta. Nuestra conexión espiritual se acentúa en la herencia de San Martín, Bolívar, O'Higgins, Artigas, Rosas y tantos otros héroes hispanoamericanos que lucharon por nuestra unión y emancipación.
"Solo si nos damos cuenta de que nuestra verdadera riqueza son las relaciones y no los meros bienes materiales, encontramos formas alternativas de vivir en una sociedad que no esté gobernada por el Dios del dinero, ídolo que la engaña y luego la deja más inhumana e injusta"
Francisco
NOTAS
1: Estado volátil y de fluidez de la sociedad, que debilita las relaciones humanas por los cambios rápidos que genera la globalización. 2: Término referido a la segmentación e individualización que sufre la humanidad. 3: Colonia informal, es decir un estado superficialmente "soberano" pero dominado económicamente por una potencia extranjera u organismo internacional.
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