PENSAMIENTO NACIONAL, DE LA TEORIA A LA PRAXIS.

 Por Nehuen Braile. Responsable político del Peronismo Militante - Hurlingham


    “¿Por qué existe un pensamiento nacional? Porque existe un pensamiento antinacional” afirmaba el Gallego Fernández en 2011, y en base a esto, inicio estas humildes palabras que no buscaran más que emprender una pequeña búsqueda de conclusiones abiertas para que nosotros, en nuestra condición de militantes podamos pensar juntos y nutrirnos de aquellos pensadores de la liberación, y siguiendo su línea poder hacer un agregado fundamental: animarnos a desarrollar nuestras propias conclusiones.

Como primer ítem es necesario dejar en claro algo: todos los debates y todas las luchas a lo largo de la historia fueron abordadas desde una contradicción principal: Patria o colonia, liberación o dependencia. Arturo Jauretche afirmó que “a la estructura material de un país dependiente corresponde una superestructura cultural destinada a impedir el conocimiento de esa dependencia, para que el pensamiento de los nativos ignore la naturaleza de su drama y no pueda arbitrar propias soluciones, imposibles mientras no conozca los elementos sobre los que debe  operar y los procedimientos que corresponden conforme a sus propias circunstancias de tiempo y lugar”

El mismo autor diferencia y caracteriza a los países entre colonias y semicolonias, el primer concepto hace referencia a aquellos que están efectivamente ocupados territorialmente y el segundo a aquellos pueblos que acarrean un andamiaje de dependencia que se extiende en todos los campos que analizan las ciencias sociales: hay dependencia política, sociológica, jurídica, institucional, burocrática, económica, etc. Pero antes de lo anteriormente mencionado la dependencia es simbólica, pedagógica y cultural y luego se extiende a los demás campos con gran facilidad.

El reconocido militante Jorge Rachid en su libro “Revolución nacional: una sinfonía inconclusa” indica que la confrontación de ideas entre los pensadores nacionales y los antinacionales están claras en todas las etapas de la historia.

“Desde los pueblos originarios nuestros, hasta estos días, se capta como la conformación de una conciencia provoca, contradictoria, con avances y retrocesos, lesionando otros intereses, con confrontaciones y eliminación del oponente, visiones diferentes de tiempos y espacios comunes, que lleva necesariamente a conflicto de intereses. En ese marco podemos inscribir la lucha del puerto con el interior, federalismo y unitarismo, nacionales y bonaerenses, americanistas versus europeístas, personalistas y antipersonalistas, peronistas y gorilas, militaristas contra democráticos, elitistas y populares, oligarcas y trabajadores, pudiendo seguir la lista hasta un infinito de versiones y posicionamientos, que jalonaron nuestra historia” P43 “Revolución nacional: una sinfonía inconclusa” Rachid. J

A la vista está que ante todo proceso de avance de una posible revolución nacional surgió un posicionamiento antirrevolucionario, que incluye a los pensadores de la dependencia, y todos los correspondientes vectores internos, que no son más que agentes nacionales garantes del estado semicolonial.

Frente a tal trajín histórico, lejos de caer en ser un socio de los procesos nacionales, la academia es un enemigo natural: el pensamiento europeo prima en todas las carreras, leeremos de Smith a Marx, de Ricardo a Hegel, de Hegel a Tocqueville y una serie interminable de pensadores completamente ajenos a nuestra realidad y a nuestro pueblo. Nos adentrarán en instituciones ajenas, en ideas abstractas y foráneas para nuestra realidad, y velarán por lograr un ocultamiento organizado y feroz del pensamiento latinoamericano y de nuestras concepciones, poniendo especial énfasis en ocultar la gloria de las propias revoluciones.

Veamos ahora, en palabras de Abelardo Ramos como nuestros “amigos” europeos describían a América:

“Los europeos en tiempos de la conquista, ilustración luego, no podían siquiera imaginar que otros mundos no recorriesen, ni en su fauna, flora o historia, diferentes caminos que los que había conocido el continente modelo. Aplicaban al nuevo mundo su propia clasificatoria: así, para Buffon o Voltaire, en América nueva pululaban leones calvos y tigres minúsculos. Por el contrario, los reptiles y alimañas eran de tamaño gigante.

Indios asexuados e insectos enormes, la Terra Nova, era para algunos, demasiado joven; para otros, demasiado vieja.

A Hegel se le antojaba que aquí no había historia, sino pura naturaleza, que como se sabe, aborrece al logos. Marx y Engels, por su parte, cuando no encontraban manipulaciones de hierro en alguna sociedad extraeuropea, la situaban en el “estadio medio de la barbarie”, lo que les venía de perilla a incas y aztecas.

El conde de Keyserling explicaba, todavía en 1930, a las bellas propietarias de la refinada Buenos Aires, que América era el continente del tercer día de la creación, ardua jornada que Dios empleó en crear el mar, la tierra, las plantas y la flora. También según el noble germánico, este era el asombroso suelo de la “sangre fría”. Don Pio Baroja no iba a quedarse atrás: juzgaba al americano como “un mono que imita” y a América Latina como un continente estúpido” (p.24. Historia de la Nación Latinoamericana. Abelardo Ramos) .

Esta versión hegemónica se repite a lo largo de los siglos: los europeos quieren exportar su modelo político al resto del mundo occidental. Y en conjunto con ello, pretenden universalizar sus conflictos y sus medios para solucionarlos. Como agregado fundamental, mediante su propia vara evaluarán a todo pueblo ajeno y tendrán el descaro de ponerse a ellos mismos como referencia única del pensamiento en todas las ramas.

Pero en estas tierras, no solo Argentina, sino a lo largo y ancho de Latinoamérica han surgido distintos procesos que hacen férrea oposición y no dejan caer la historicidad de las interminables luchas por la liberación en el olvido. Ejemplos hay de sobra; Zapata y su gesta revolucionaria en México, el glorioso proceso cubano encabezado por Fidel Castro, la épica chavista en Venezuela o el interminable Movimiento Justicialista, fundado a raíz del más grande de todos los líderes, Juan Domingo Perón.

La tarea va mucho más allá de volvernos intelectuales de aquellos que conceptualizan nuestra cosmovisión del mundo, o de ser los máximos conocedores de nuestra historia. En tiempos donde todo se afirma y nada se teoriza, donde todo es pasajero y las certezas no abundan, es fundamental para todos los militantes del campo nacional buscar nuestras propias certezas y hacernos cargo de ser la continuación histórica de pensar la liberación. Esto requiere por un lado el conocimiento de quienes ejercieron esa misión antes que nosotros y por otro animarnos a desarrollar ideas y conceptos que disputen contra los hegemónicos, es decir, confrontar las corrientes de pensamiento que buscan imponerse haciendo nuestros propios análisis del tiempo-espacio en el que vivimos.

La Doctrina Peronista, la Comunidad Organizada, el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional y las veinte verdades son una base insustituible y necesaria para iniciarnos en poner nuestras energías en pensar qué país queremos y cómo construirlo. Difundir el pensamiento nacional no es cuestión de solo el conocimiento del mismo o un saber enciclopédico, sino de llevar cada idea adquirida a la práctica -por ejemplo: cuando logramos que nuestros vecinos se acerquen a las unidades básicas con ganas de hacer un aporte, estaremos construyendo comunidad y por ende peronismo-

No hay atajos y la tarea es difícil, la ultraderecha de Steve Bannon y el progresismo internacional abundan en occidente mostrándose como opciones tentadoras para la juventud. Romper con eso requiere de una profunda perspectiva nacional con largos procesos formativos de nuestras bases.

Para que la liberación nacional pueda algún día concretarse primero deben existir una serie incontable de voluntades que estén dispuestas a conocer, difundir y poner en práctica aquello por lo que lucharon nuestros antecesores y, además, tomar la posta de ser nosotros mismos autores de nuestras propias conclusiones, ir de la teoría a la praxis y de la praxis nuevamente a la teoría, si no estamos dispuestos a difundir nuestras ideas nadie podrá conocerlas y probablemente no podamos romper con el vacío teórico que afrontamos hoy en día.

El Papa Francisco afirmó “Se olvida así que «el tiempo es superior al espacio» que siempre somos más fecundos cuando nos preocupamos por generar procesos más que por dominar espacios de poder. La grandeza política se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo. Al poder político le cuesta mucho asumir este deber en un proyecto de nación” y en esas pocas palabras se encuentra una síntesis perfecta de esta coyuntura. Emancipar nuestro pensamiento y nuestra patria requiere un lento pero efectivo proceso, donde el rol de cada uno de nosotros será fundamental en cada unidad básica. Perdiendole el miedo a la confrontación y a las opiniones dispares; debemos construir un montón de verdades relativas que aporten a sintetizar una verdad superadora que nos otorgue un sentido colectivo de trascendencia. 

La única verdad es la realidad, decía el General, y por lo tanto para construir certezas y destinos comunes debemos estar cerca y conocer la realidad de nuestro pueblo, y profundizar las discusiones para poner nuevamente al pueblo en el centro de la escena política.




Comentarios