EL ROL DE LA JUVENTUD EN LA EMANCIPACIÓN NACIONAL

Por Martín Madía. Del Frente de Secundarios Peronistas (FSP) del Peronismo Militante de Esteban Echeverria.


“Salgan y den una demostración de conciencia popular. No se queden esperando un milagro. Luchen, porque vienen por sus sueños y por el

futuro de la Patria"
Néstor Kirchner

 


Siempre se nos habla del rol de la juventud, pero la gran mayoría de las veces recae en banalidades o simplemente en el discurso de "somos el futuro y hay que prepararse para ello". La realidad es como dice el tema de Los Redondos: "el futuro llegó hace rato". Se nos quiere negar el derecho de tomar decisiones. Y allí no nos podemos quedar de brazos cruzados. Se debe realizar y a la vez profundizar un proceso de politización, en donde mediante la organización colectiva, avancemos en el cumplimiento de nuestros objetivos y problemáticas, que tendrán soluciones únicamente con la obtención de la lucha por espacios políticos.

Pero nos vemos envueltos en una complejidad que es la colonización cultural, muralla que impide la resolución de los obstáculos que ponen frenos al desarrollo de los pibes, como así la no realización de la comunidad. Ciertos sectores no minoritarios, en su mayoría de clase media, caen en el más frío cosmopolitismo. Y acá empieza a pesar fuertemente el rol militante de nuestra generación. 

Como jóvenes comprometidos con el cambio de esta realidad en donde reina la injusticia y la desigualdad, tenemos la responsabilidad de generar resistencia ante el discurso anti nacional promovido por las usinas del imperialismo, y difundido por sus más hábiles divulgadores como lo son los medios hegemónicos, influencers, académicos, etc. Vemos claramente el trato hacía la juventud como un sector aislado que solo le interesa lo "finito", que se dedica a la moda y al cuestionamiento de pequeñeces que tan solo personas con muy pocas necesidades materiales pueden polemizar. ¿Por qué ocurre ésto? Porque hay una hegemonía estereotipada sobre nuestra generación, en donde las mayorías no se ven reflejadas, quieren darnos la imagen de que pensamos que la política no sirve y que lo criollo es pasado y que añoramos vivir en otra nación. Esa es la generación que quiere este sistema, una generación atomizada, sin arraigo y desinteresada por el otro. Claramente esta no es la juventud, sino una imagen que nos venden. Por eso la lucha por nuestra liberación está también relacionada con la ruptura de los estereotipos tilingos clasemedieros que nos llevan a la banalidad de los intereses de un sector (en este caso de la juventud), cuando en realidad debemos apelar al sentido más profundo de las mayorías que está fuertemente ligado a la pertenencia de su casa común. No nos importa los intereses superficiales difundidos por el aparato mediático, sino los trascendentales para subsistir, por ejemplo adquirir una vivienda propia, trabajo digno, etc. 

Sin dudas un rasgo muy característico de la juventud es la efervescencia por cambiar las cosas para mejor y ser seres completamente libres. Pero generalmente, al paso del tiempo este sentimiento rebelde cae y los ya adultos se envuelven en un conformismo que no evita el sacrificio ni la opresión que hoy en día vivimos y por la que antes supuestamente se enfrentaban.Pero ¿Por qué ocurre esto? ¿Simplemente vivir en una sociedad justa es una mera utopía que desaparece al paso de la madurez? ¿O en realidad lo que ocurre es otra cosa? 

Siempre estas ganas de patear al sistema son cooptadas por marcos teóricos ajenos a nuestras problemáticas. Se tiende a pensar que los conflictos son globales, al igual que sus soluciones. ¿Pero de verdad la solución a nuestros problemas proviene de las ideas globales? ¿O simplemente perseguir estos determinados ideales son una muestra de la falta de identidad nacional? ¿Y si ese vacío existencial es llenado por el espíritu del más acérrimo internacionalismo, donde las decisiones políticas no tienen patria?

Y ahí es donde se producen los inconvenientes para terminar con los problemas. Durante mucho tiempo, por ejemplo, se ha pensado que los obreros responden al proletariado internacional y no a su patria, pero claramente jamás fue así, sino que terminaban arraigados a su nacionalidad y no a una clase. Otro ejemplo claro es la aplicación del libre comercio en países sin industrias, tratando de imitar a las naciones poderosas que se han desarrollado desde un fuerte impulso estatal y proteccionista. Y algo que está ocurriendo en la actualidad, sobre el acatamiento a frenar las industrias en nuestro país siendo una de las naciones del tercer mundo que menos contamina. Y así podríamos seguir con más ejemplos que demuestran empíricamente el fracaso de las ideas extranjerizadas  para las grandes mayorías, pero efectivas para las élites económicas dirigentes.

Lenin decía que el imperialismo es la fase superior del capitalismo. En realidad no es solo eso, sino que todo imperialismo es la fase superior de toda internacionalización. Porque en definitiva, la Unión Soviética también era un imperio que cercenaba las libertades de los pueblos de oriente. Pero luego de la caída del muro de Berlín y del fin de la guerra fría, se impondría la internacionalización del capitalismo, conformando el imperio del globalismo. Hoy en día, luego del fenómeno de la globalización, las ideas globales son un hecho cada vez más fuerte. Se pierde de vista el ser nacional y se comienza a copiar las culturas hedonistas y frías de los países centrales. Todo esto intensificado con las nuevas tecnologías, medios de extrema efectividad para la colonización cultural y la imposición de modas, agendas políticas y económicas

En base a este marco teórico que poco o nada tiene que ver con nuestro pueblo, y a esa falta de personalidad nacional que tiene nuestra clase media tilinga, se opta por copiar y no crear. Se cae en el esquema de civilización y barbarie que tanto mal nos hizo, dónde lo criollo es vergonzante y lo foráneo (principalmente el yankismo y el eurocentrismo) venerado con amplia devoción. Entonces, ¿qué ocurre? Que al copiar esos diagramas ajenos, el remedio termina siendo peor que en la enfermedad y no soluciona nada, cayendo en el terreno de lo utópico, es decir de lo irrealizable, por ende causa fracasada y resignación venidera.

Acá es cuando aparece el mítico movimiento peronista, dónde a raíz de la creación de una doctrina que nace de lo más sacro del pueblo, trae las soluciones para nuestros inconvenientes dado a qué justamente viene de una concepción de los problemas populares y de nuestra historia. Aquel legendario 17 de octubre tomaba forma orgánica el sentir nacional. Es el peronismo el terreno de lo posible, de lo concreto, en donde las utopías mueren y se desvanecen. El justicialismo es la realidad efectiva hecha una doctrina. Por eso también hay que decir que muchos pibes y pibas en la actualidad nos consideramos peronistas, y tenemos el deber de persuadir a aquellos que no lo sean. Porque solamente atravesando un proceso de síntesis de verdades relativas alcanzaremos la liberación de la patria, que debe ser respaldada con una profunda unidad nacional.

¿Cuál es el rol de la juventud militante en primera medida? Persuadir a los demás patriotas jóvenes a sumarse al movimiento, sin caer en posiciones sectarias y siempre escuchando al otro.

Ahora, ¿Cuál es el rol de la juventud argentina? 

1)  La construcción colectiva.

Es imposible alcanzar el desarrollo individual sin el avance colectivo, que se genera mediante el planteamiento de objetivos comunes en las estructuras intermedias. El ejemplo más claro es un centro de estudiantes, en donde los pibes de forma organizada afrontan las problemáticas del colegio o universidad.

2) Generar conciencia nacional.

Ante tanto desprecio y olvidó hacía nuestra esencia argentina, nos vemos en la obligación de resistir el avasallamiento a nuestra personalidad colectiva. No hay futuro sin ser nacional.  Es por eso que desterrar la dualidad creada por el cipayo de Sarmiento de civilización y barbarie es nuestro deber también como juventud.

3) La organización. 

Jamás se solucionarán las problemáticas sin organización. Todos los sectores juveniles tienen que estar organizados y empoderados. Ya nos enseñó el general Perón que la organización vence al tiempo. Es está fuerza unida y estructurada la que inteligentemente accionará en el momento justo y vencerá.

4) La planificación

No podemos pensar en un futuro mejor sin planificar políticas a corto, mediano y largo plazo.

5) Preservar la integridad física y espiritual de cada pibe

Si de verdad tenemos la ambición de transformar la realidad para las grandes mayorías, debemos entendernos como soldados de la causa nacional que en definitiva es la causa del pueblo, y por lo tanto la nuestra. Y para combatir debemos estar plenos en todo sentido. Debemos ser íntegros y jamás esquivarnos de las problemáticas, sino afrontarlas.

6) Actualización de las problemáticas venideras.

Entendiendo que las resoluciones sólo se pueden efectuar desde una mirada argentina y no externa. No se van a poder resolver sin un proyecto nacional.

El gran Jauretche nos decía: “La juventud tiene su lucha, que es derribar a las oligarquías entregadoras, a los conductores que desorientan y a los intereses extraños que nos explotan.” Ese es el fin de nuestro rol.

Pero para llevar a la realidad esta misión, y que se termine materializando es sumamente necesario el poder. Pero no el poder como una mera ambición individual sin ningún tipo de trascendencia colectiva, sino desde la construcción política para el cambio a este sistema putrefacto. ¿De verdad queremos ser protagonistas? Entonces tengamos ambiciones, pero colectivas, queramos espacios de poder. Y a esto no hay que tenerle recelo, sin poder el sueño de la emancipación es una utopía. Nosotros tenemos que trasladar las ideas a lo concreto, para ello debemos ser pragmáticos pero nunca abandonar nuestros principios. El poder y la política son un medio para concretar la grandeza de la patria y la felicidad de la nación. El inconveniente se genera cuando el poder pasa a ser un fin y se tiende a burocratizar todo accionar. Aquel "joven" que abandone sus ideales en la puerta de una oficina, está traicionando su esencia. En realidad es un alma vieja. Y a esto también como juventud debemos enfrentar.

En la lucha del poder debemos pelear por el trasvasamiento generacional. Es sumamente necesario renovar la dirigencia y formar nuevos cuadros, pero esto claramente no es fácil. Tampoco es cuestión de "tirar un viejo por una ventana" como decía Perón. Claramente necesitamos de los mayores y de todos los rangos etarios. Los problemas de la juventud también son los problemas de la comunidad, por ello necesitamos soluciones colectivas y no sectoriales.  Es importantísimo recalcar además que solo el pueblo salvará al pueblo, no lo hará jamás un simple individuo, grupo, ONG internacional ni tampoco una doctrina foránea. Por eso tenemos que siempre enfrentarnos con aquellos que nos quieren vender las bondades del extranjero, o sea los medios, economistas, políticos, intelectuales, etc.

Necesitamos ser una generación comprometida con la realización de la comunidad, que es el mayor miedo de los dueños del mundo, es decir de los grupos financieros globales y las multinacionales. Porque una juventud con conciencia nacional tiene capacidad de resolución efectiva de los inconvenientes que se generan en su suelo, y justamente estos son creados por la dependencia material de los organismos internacionales que terminan usufructuando el trabajo nacional y enajenando nuestros recursos naturales. Hacía ese poder que se enfrentaron San Martín, Rosas y Perón tenemos que combatirlo hasta pulverizarlo, porque esa eliminación nos permitirá alcanzar el pleno estado de libertad, que se genera de forma colectiva. Pero no una libertad como una simple abstracción vacía, o donde uno obra su propia gana, sino como aquella que permite una elección entre varias posibilidades profundamente conocidas. Libertad garantizada por la institucionalización de la justicia social.

Hay que romper con esa política banal y destructiva que nos quieren vender. Los pibes queremos ser felices y libres. Y la única forma es con una salida colectiva, no individual. Siempre orgullosos de nuestras raíces ¿Y cómo no estarlo? Si somos un pueblo combativo. Se vio reflejado con la fuerte oposición a las invasiones inglesas, con la independencia de la mano de San Martín, defendiendo la soberanía junto a Rosas, la lucha de los gauchos federales después de Caseros, la democracia popular con Yrigoyen, la lealtad de aquel 17 de octubre hacía con el máximo benefactor de nuestra tierra el general Perón, la época de la resistencia, los 30 mil compañeros desaparecidos, el movimiento obrero contra el gorila de Alfonsín, los piquetes al traidor de Menem, la insurrección del 2001, el empoderamiento de la década ganada y la pelea contra el régimen macrista. La pasión y las ganas de emanciparse definitivamente corren en nuestro torrente sanguíneo bien criollo. Sin el componente de la pertenencia hacia el pueblo, sin nacionalismo cultural, no hay lucha colectiva efectuada.

 La revolución nacional se dará, eso sin dudas. Porque la evolución está de nuestro lado, del lado de los pueblos. Por eso a pesar de la tristeza que nos genera este mundo que se derrumba, debemos combatir contentos, porque la liberación será un hecho, la comunidad se realizará y así cada individuo. Los pueblos tristes no vencen, no debemos darle ese gusto a nuestros enemigos, que siempre fueron los mismos, los oligarcas, los que quieren arrebatarnos todos nuestros sueños. Los que buscan que nos vayamos del país para quedarse con todo nuestro territorio y así hacer sus negociados turbios con el extranjero.

Siempre la lucha fue la misma, y tenemos la obligación de por lo menos intentar cambiar nuestra situación nacional, para que de esa forma vuelva a ser la patria libre, justa y soberana que alguna vez fue.

Conclusión

No nos tenemos que dar el lujo de no pelear en la actualidad porque "somos el futuro". No, también somos el presente. Pongamos fin de una vez y para siempre a la explotación del laburante, a la destrucción del ser humano, del medioambiente y sigamos el camino del modelo argentino para el proyecto nacional que nos encomendó Perón.

Caer en la disyuntiva del conservadurismo (que se opone a la evolución) o progresismo (que niega el componente histórico que hace a un pueblo) no nos traerán la respuestas, sino que nos desviaremos del objetivo principal. Nuestra militancia es junto a los trabajadores, no responde a intereses subjetivos de grupos letrados que niegan nuestra nacionalidad. Somos los dos goles del Diego a los ingleses, el abrazo de Perón y de Eva, el pogo más grande del mundo, las patas en la fuente del 17, el poncho rojo de Rosas, la hermandad y el compañerismo. Eso expresamos y eso sentimos. 

El semillero de jóvenes militantes con conciencia nacional, es un foco de resistencia permanente a la entrega de la patria. Debemos acudir siempre a nuestra contradicción principal la cual fue, es y será la misma, liberación o dependencia. Esa lucha es contra aquellos que quieren borrar lo que somos, nuestra identidad, nuestro espíritu, nuestra felicidad. A ellos les respondemos citando a la mayor mística revolucionaria del movimiento, la jefa espiritual Evita: "Nuestra patria dejará de ser colonia, o la bandera flameará sobre sus ruinas". 

¿Existe acaso algún otro sentido para vivir que no sea por la felicidad del pueblo argentino? Porque en definitiva, luchar por la felicidad colectiva es pelear por la felicidad de uno, debido a que no se puede ser feliz en soledad. Ese es nuestro legado, la causa de la patria. Lleva un camino largo, al cual debemos recorrer siempre con una sólida verdad, en donde tenemos que estar dispuesto a dejar todo, hasta la vida. Por el futuro nuestro y el de las generaciones venideras, la cual podamos dejarle una comunidad organizada para que puedan encargarse de otras problemáticas mucho menores y de enfocarse en el objetivo primordial del humano, el ser feliz junto a los suyos.


"Contra un mundo que ha fracasado, dejamos una doctrina justa y un programa de acción para ser cumplido por nuestra juventud: ésa será su responsabilidad ante la Historia. 


Quiera Dios que ese juicio les sea favorable y que al leer este mensaje de un humilde argentino, que amó mucho, a su Patria y trató de servirla honradamente, podáis, hermanos del 2000, lanzar vuestra mirada sobre la Gran Argentina que soñamos, por la cual vivimos, luchamos y sufrimos"


Juan Domingo Perón, carta a los jóvenes del 2000.

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