JUVENTUD Y DICTADURA | Por Juana Grasas y Valeria Botto Ruggeri

Por Juana Grasas y Valeria Botto Ruggeri

Miembros del Frente Secundarios Peronista

Organización Nacional Peronismo Militante Tres de Febrero



“La Patria reclama en estos días la inquebrantable decisión de la juventud de luchar por ella. Todos sabremos cumplir con nuestro deber ante la Historia, si estamos animados de una profunda fe peronista, si realmente nos decidimos a luchar por el Pueblo y si estamos resueltos a enfrentar cualquier sacrificio” Juan Domingo Perón

    El 24 de marzo de 1976, las Fuerzas Armadas de nuestro país tomaron el poder deponiendo el gobierno de María Estela Martinez de Perón, e instalan un gobierno de facto al mando de los comandantes de las tres fuerzas armadas: Videla, Massera y Agosti. Catalogan a este nuevo régimen como “Proceso de Reorganización Nacional”, haciendo que los próximos 7 años se gobierne a través del terror. El Estado, al cual muchxs veían como instrumento para construir un país más justo, se convierte en la herramienta de unxs pocxs para beneficiarse de acuerdo a sus intereses, a costa de detener y desaparecer a más de 30.000 mil compañerxs que soñaban con una Patria más justa e igualitaria, y luchaban por ella. La dictadura ejerció una violencia sistemática y generalizada, donde se utilizó la fuerza de las armas y la violación de los derechos de lxs ciudadanxs, incluso el más básico: el derecho a la vida.
    Hoy, formando parte de un frente donde lxs jóvenes nos organizamos, nos sentimos muy interpeladas por la juventud que resistió durante ese difícil y peligroso contexto, porque aunque los tiempos y las condiciones son distintas, lxs reivindicamos como compañerxs que dejaron la vida por un proyecto de país más justo para todxs. Creemos entonces que nuestro rol como militantes de este espacio se relaciona profundamente con el ejercicio de la memoria, porque mantenerla viva nos permite hacer justicia por todxs aquellxs compañerxs detenidxs-desaparecidxs en uno de los momentos más oscuros de nuestra historia.
    En esta oportunidad decidimos hablar sobre la juventud, no sólo porque nos representa como integrantes del Frente de Secundarios Peronista, sino porque también fue uno de los actores sociales más atacados durante la dictadura: de todxs nuestrxs compañerxs detenidxs-desaparecidxs que sufrieron el secuestro y el exterminio en aquel período, el 43% fueron jóvenes de entre 16 y 25 años.

“Decimos al mundo que aquel 24 de marzo no nos pudieron vencer, que volvemos a levantar las banderas con la fuerza de antaño”. Néstor Kirchner.


Juventud y militancia en la última dictadura cívico-militar
    En línea con los objetivos propuestos por la Doctrina de la seguridad Nacional, las Fuerzas Armadas de los países periféricos que se encontraban bajo la influencia del bloque capitalista tenían la responsabilidad de identificar al enemigo en su propio país y combatirlo, a fin de evitar que el “peligro comunista” o la “subversión” ganaran terreno. En este sentido, la dictadura argentina no significó un hecho aislado, sino que fue parte de un entramado mucho mayor, ya que el imperialismo norteamericano respaldó y financió a las dictaduras que se sucedieron en Bolivia, Chile, Uruguay, Brasil y Paraguay, en concordancia con lo que se conoció como el Plan Cóndor, y con ayuda de sectores de la sociedad civil y militar, que funcionaron como vectores internos para que los golpes de Estado se hicieran efectivos y perduraran en el tiempo. Además, aunque el blanco principal declarado era el comunismo, las actividades represivas apuntaban a todos los sectores que no estuvieran de acuerdo con su proyecto de país y que intentaran manifestar su descontento, especialmente contra el peronismo, así como quienes desafiaran los valores morales y culturales que debían primar en una sociedad -según ellos- occidental y cristiana. Esta estigmatización generalizada sirvió para arrasar con un amplio arco de opositores políticos: organizaciones armadas, sociales y estudiantiles e incluso los llamados sacerdotes tercermundistas. 
    Esta organización de alcance internacional también tenía como finalidad instalar políticas neoliberales en latinoamérica. Para ello, los militares emplearon elementos del terrorismo de estado y muchas de las prácticas que habían aprendido en la Escuela de las Américas, como la creación de centros clandestinos de detención, el secuestro, la tortura, las desapariciones forzadas y el exterminio. El objetivo era atemorizar a la población civil y debilitar los lazos sociales para impedir la constitución de un frente opositor, de manera que sus políticas fueran aceptadas con mayor facilidad.


La noche de los lápices
    Cómo ocurre en todas las experiencias neoliberales, el conjunto de la sociedad argentina se vio afectado por las políticas de ajuste y saqueo llevadas a cabo por el equipo económico presidido por Alfredo Martínez de Hoz. Particularmente, la dictadura supuso un duro golpe a la educación y, en efecto, la lucha se hizo parte de lxs estudiantes, quienes veían sus derechos vulnerados y que, con ese espíritu de revolución por un mundo más justo, se dispusieron a enfrentar al régimen, aún sabiendo que su vida estaba en juego. 
    Frente a esto, a menos de 6 meses del golpe de estado, el gobierno decidió llevar adelante el operativo “Subversión en las escuelas”. Durante el 8 y el 21 de septiembre de 1976, se efectuó el secuestro de un grupo de jóvenes, en su mayoría militantes de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) de La Plata. Entre ellos estaban Francisco López Muntaner, María Claudia Falcone, Claudio de Acha, Horacio Ángel Húngaro, Daniel Alberto Racero, María Claudia Ciocchini (quienes aún continúan desaparecidxs); y Pablo Díaz, Patricia Miranda, Gustavo Calotti y Emilce Moller, sobrevivientes. Posteriormente, lxs jóvenes fueron trasladados a diversos centros clandestinos de detención instalados en Buenos Aires, donde sufrieron los peores procesos de tortura por parte del régimen militar a la orden de los genocidas Ramón Camps y Miguel Etchecolaz. Este hecho que hoy recordamos como “La noche de los lápices” no fue conocido públicamente como tal hasta luego de dos años de restaurada la democracia, gracias al testimonio de Pablo Díaz en el Juicio a las Juntas Militares.
    Desde 1976 hasta 1983, la Junta Militar gobernó por fuera de la ley, justificando su accionar con que “el orden democrático no servía para restablecer la paz”. Disolvieron el Congreso, sistematizaron la muerte para lxs “subversivos”, suspendieron las libertades ciudadanas, removieron a la Corte Suprema de Justicia, intervinieron los sindicatos obreros y las universidades, prohibieron las actividades partidarias y crearon un órgano de censura pura para todo tipo de medios de comunicación, volviéndolos cómplices de sus políticas al ocultar la información sobre los sucesos que se desarrollaban a lo largo de todo el país: desde el hecho de La Noche de los Lápices (de los cuales la población civil no supo nada hasta años después), hasta las falsas noticias de la victoria en Malvinas y las condiciones en que se encontraban los miles de jóvenes que los militares mandaban al campo de batalla a morir en la guerra.
    Si bien la juventud no puede reducirse a un todo homogéneo, una gran parte de ella, lejos de ser un sector aislado, se comportó en aquel momento histórico como una parte íntegra del movimiento justicialista. Y fue aquella generación, unida por lazos biológicos y políticos, la que asumió su responsabilidad y su rol en la lucha por la liberación nacional, cuando el tiempo así lo requirió. 
    La juventud fueron los obreros en las fábricas, lxs estudiantes en las universidades y en los colegios, lxs que buscaron la unión en pos de un proyecto común. En este sentido, cobra gran relevancia el concepto de trasvasamiento generacional en el que Perón insistía: la juventud tiene la tarea de formarse y nutrirse de la experiencia de las generaciones políticas anteriores para que, cuando llegue su hora, se haya logrado una síntesis de las mejores virtudes de ambas generaciones, a través de la reafirmación ideológica y de la actualización doctrinaria y tecnológica. De esta manera, se asegura en el tiempo el relevo progresivo y racional de una generación política por otra, mediante el recambio de sus dirigentes.



    En la noción de trasvasamiento generacional se expresa la importancia de la juventud para Perón. Sin embargo, resulta útil hacernos de las palabras con las que sintetizaba el rol de lxs jóvenes:

“Cuando la juventud esté unida y organizada, cuando en poco tiempo pueda ser ejemplo de disciplina peronista, se encontrará en condiciones de luchar en todo terreno y el éxito de la etapa final del proceso argentino estará asegurado”.

    Ya en aquellos años Perón nos invitaba a asumir nuestro rol como juventud en el camino hacia la liberación de la Patria, con organización y unidad. No nos sorprende que sus palabras, como suele suceder, pasadas ya varias décadas, conserven valor y vigencia aún en nuestros días:

“La juventud argentina tiene una tremenda responsabilidad frente a lo que está pasando en el país. Su deber frente a esa responsabilidad, debe impulsarlos a unirse y organizarse. Sólo una generación solidariamente unida y organizada, podrá hacer frente a la lucha que presupone la Liberación de la Patria y de su pueblo”.

    Creemos que es parte de nuestra tarea como jóvenes recordar y poner en valor la historia de la juventud peronista en nuestro país. Por ello apostamos a la lucha por la Memoria, la Verdad y la Justicia, que sigue en pie y seguirá traspasando de generación en generación, rindiéndoles un homenaje permanente, levantando las mismas banderas que levantaron todxs lxs compañerxs que dejaron su vida militando y que resistieron los años más oscuros de nuestra historia. 
    Por último, creemos que no podemos pasar por alto que a partir del 10 de diciembre de 2019 volvimos a tener un gobierno nacional y popular, que volvió a poner los Derechos Humanos en la agenda del Estado. Ejercitar la memoria nos invita a reflexionar acerca de cuánto nos costó recuperar esa democracia donde ninguna voz es censurada, donde se puede debatir, creer y militar libremente un proyecto de país más justo e igualitario. La juventud fue protagonista de los sucesos más importantes de nuestra historia, y también la que sufrió las consecuencias de los peores acontecimientos que nos tocó vivir como argentinxs. Es fundamental entender nuestra tarea como juventud argentina que puede gozar hoy de un país no sólo democratico, sino que también con una conducción peronista que nos invita a seguir siendo transgresores, a seguir comprometiéndonos, luchando y siendo parte de la historia. Hoy somos parte de un tiempo que incentiva cada vez más a involucrarnos, a transformar la realidad, que nos quiere pensantes, organizadxs y militantes.

Nunca más. Memoria, Verdad y Justicia.

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