Dos siglos igual | Por Alejandro Braile

Por Alejandro Braile
Escritor y Secretario General del Instituto de Historia Coronel del Pueblo Manuel Dorrego

1816



La renuncia del director Posadas -en enero de 1815- llevó al cargo a su sobrino Carlos María de Alvear, de 26 años, que se había prestigiado con la toma de Montevideo. A pesar de este antecedente, Alvear no era la figura indicada para la hora, cuando se temía un inminente avance español sobre diversos puntos de Hispanoamérica. 

Veamos que decía la prensa de entonces... 

Este enero de 1815 pasará a la historia por el calor y por la renuncia del Director Posadas, sin embargo ha dejado a su sobrino en el cargo. Carlos María de Alvear, de solo 26 años, la determinación produjo desconcierto en algunos y desconfianza en otros. Desde la pirámide de mayo se escuchaban los gritos que se filtraban por las abiertas ventanas del Cabildo, “es un inútil”, “es un cipayo”, “estamos fritos”. Fuentes irreprochables, afirman, que un Prócer de conocida militancia en las filas del independentismo aseveró, “Por culpa de este gil vamos a caer todos en cana, es lo más parecido que he visto a Fernando... (¿De la Rúa?, preguntaba un despistado)”. 

Mientras los hombres más decididos, como San Martín y Artigas -este último en pleno enfrentamiento armado con Buenos Aires-, seguían alentando la idea de la Independencia, otros estaban dispuestos a negociar un nuevo trato con el rey Fernando. Debemos recordar que Gervasio de Posadas firmó un decreto poniendo precio a la cabeza de Artigas y ordenó su captura vivo o muerto por traición a la Patria. 

La misión, si ustedes deciden aceptarla... Dijo Posadas cuando envió a Europa en 1814, una comisión diplomática secreta, integrada por Sarratea, Belgrano y Rivadavia, quienes debían distraer con expresiones de obsecuente vasallaje al rey español, mientras se tramitaba el protectorado de Inglaterra. La propuesta terminaba con la inolvidable frase “Esta grabación se autodestruirá en cinco segundos...” 

Fernando VII se avivó de la jugada, pero no reaccionó, Montevideo estaba en manos de Artigas y una expedición correctiva era un suicidio a todas luces, se quedo piola y esperó... La diplomacia claudicante había fracasado. 

El paso más temerario en este sentido lo dio el propio director Alvear en enero de 1815. Envió a Río de Janeiro una misión a cargo de Manuel José García, que tenía por objeto ofrecer a la Corona británica el Río de la Plata como protectorado. Pero la propuesta no tuvo ningún resultado, ya que Inglaterra acababa de firmar un tratado de alianza con el rey Fernando VII en julio de 1814, por el que Inglaterra se aseguraba una amplia apertura comercial que retribuía con una estricta neutralidad.

Después de 100 días de mandato la insolvencia política de Carlos María de Alvear quedaba en evidencia, el Director Supremo fue removido y lo suplantó el General Álvarez Thomas. Inmediatamente se dictó un nuevo Estatuto y se convocó a un Congreso a realizarse en la ciudad de Tucumán. El nuevo director, asumió, en medio de expresiones de adhesión a Artigas. Un destacado político de todos los tiempos, tranquilizó a los porteños: “No se hagan problemas, la adhesión a Artigas es momentánea, después lo traicionamos y listo...”

En este contexto, marcado por las vacilaciones del directorio alvearista, la guerra abierta con la Liga de los Pueblos Libres que se extendía a Santa Fe y Córdoba, y las asechanzas de una invasión española, se produjo un giro aparente con la revolución de Álvarez Thomas. De esta forma, en lo que al principio pareció ser un movimiento de aproximación a Artigas, Buenos Aires daba muestras de recuperar el curso de la revolución y para ello convocaba a los pueblos a un Congreso a realizarse en Tucumán. 

El efecto fue positivo, pero la alianza con Artigas era imposible porque un hecho preocupaba grandemente a Buenos Aires: el puerto de Montevideo se encontraba ahora en manos del “Protector”, quien no aceptaba la propuesta del Directorio para que la Banda Oriental fuera independiente. La competencia entre ambos puertos dentro de un mismo territorio nacional era inadmisible para Buenos Aires. Este factor sería suficiente para que, mientras se preparaba la Declaración de la Independencia de España en el Congreso, se tramara la entrega de la Banda Oriental a los portugueses. 

En la villa del arroyo de la China (Concepción del Uruguay), el 29 de junio de 1815, en el Congreso de Oriente, los Diputados de las provincias de Santa Fe, Corrientes, Misiones, Córdoba, Entre Ríos y La Banda Oriental, se congregaron para tratar la independencia de la Liga de los Pueblos Libres, el comercio interprovincial y con el extranjero, el papel de las comunidades indígenas en la economía de la confederación, la política agraria y la posibilidad de extender la confederación al resto del virreinato. La noticia se conoció en horas de la tarde, los periodistas encargados de transmitirla, no ocultaron su desagrado y algunos perdieron la compostura, fue el caso de un conocido conductor cuando leyó el cable que decía: “En el Congreso se proclamó la Independencia, (no solo de España sino de todo poder extranjero)”, y entre nerviosos gestos agregó: “¡Este es el Protector!, ¿hasta cuando José Gervasio Artigas?”. 

Hay que decirlo, Artigas no solamente declaró la independencia, no admitía al Directorio como gobierno general, sino como Gobierno de Buenos Aires, también llevó a cabo una reforma agraria, fue el primero en cuestionar severamente a la inviolabilidad de la propiedad privada. El Rey Fernando VII había repartido a diestra y siniestra campos que sus trasplantados dueños no podían recorrer a pie después de un día de marcha. El caudillo repartió esas tierras, algunos lo interpretaron como un castigo a los contrarrevolucionarios, sin embargo él describió el hecho como un acto de justicia con los que habían abrazado fervorosamente la revolución. A los enemigos de la revolución los llamó “malos europeos y peores americanos”. Como si fuera poco, dejo para todos los tiempos, una idea que quien se precie de político jamás debe olvidar, “que los más infelices sean los más privilegiados”, aparecía por primera vez en el Río de la Plata “la justicia social”. Los infelices eran, los esclavos que habían escapado de sus dueños, reconociéndolos como hombres libres, los gauchos, la indiada y todo aquel que no tenía donde caerse muerto. 

Después de la declaración de Independencia de los Pueblos Libres las opiniones no se hicieron esperar. Dijo Domingo Faustino Sarmiento: “Es un salteador, nada más, nada menos. Treinta años de práctica asesinando y robando de cuenta propia, asesinando y quitando contrabando de cuenta del gobierno español, dan títulos indiscutibles para el ejercicio del mando sobre el paisanaje de indiadas alborotadas por una revolución política.” El joven Bartolomé Mitre, fundador del diario La Nación, también hizo declaraciones sobre el Caudillo Oriental y lo llamó precisamente “Caudillo del vandalaje”, y agregó, “era el jefe natural de la anarquía permanente, enemigo de todo gobierno general y de todo orden general” Los medios hicieron una prolija reproducción de estas declaraciones y por varios meses bardearon al prócer. No sorprendió una multitudinaria concentración de vecinos porteños, espontanea, que exhibían prolijas pancartas, donde reproducían el decreto de Gervasio de Posadas que declaraba a Artigas, traidor a la patria, promotor de “la anarquía” y que había puesto precio a su cabeza. Carlos María de Alvear desmintió enfáticamente la participación de escribas del Cabildo en la convocatoria. Los gritos se apagaron cuando encendieron los faroles de la plaza, sin embargo algunas vecinas permanecieron cerca de las mesas donde los cronistas, seguían atentamente los acontecimientos, pidiendo justicia, cárcel para el traidor, demandando que “devuelva la plata”. 

Para marzo de 1816 la frontera norte no estaba asegurada, fue necesario firmar el Pacto de los Cerrillos entre el porteño José Rondeau y el caudillo salteño Martín Miguel de Güemes. Después de las derrotas del Ejército del Norte al mando de Manuel Belgrano, en Huaqui, Vilcapugio y Ayohúma, las intenciones de los realistas eran ambiciosas, invadir todo el territorio perdido mientras el rey estaba preso. A partir del Pacto, las tropas de Güemes contuvieron en el norte los embates realistas, liberando a los ejércitos nacionales para que, al mando del General José de San Martín se pudiera avanzar más allá de la Cordillera de los Andes, hacia Chile y luego hasta Perú. La ambigüedad de Buenos Aires no fue un impedimento para que Artigas contuviera los embates de los portugueses. Fue así que a partir del 24 de marzo de 1816, en San Miguel de Tucumán se reunieron los 33 diputados para abrir las sesiones del Congreso de Tucumán. No participaron las provincias de la Liga de los Pueblos Libres o Liga Federal, salvo, y como no podía ser de otra manera, Córdoba. Artigas se comunicó con San Martín por carta, y le hizo saber que se declaraba argentino y que tiempo atrás, durante el Congreso de Oriente, la Unión de los Pueblos Libres ya había declarado la independencia. 

Las exposiciones fueron interminables, hasta que los Próceres más influyentes, entre ellos San Martín, intimaron a los Diputados a hacer lo que tenían que hacer. El 9 de Julio el Congreso decidió “investirse del alto carácter de una Nación libre e independiente del rey Fernando séptimo, sus sucesores y metrópoli.” El 19 de Julio en sesión secreta el Diputado Medrano corregía la plana y agregaba “...y de otra dominación extranjera”. Los diputados quedaron para la posteridad grabados en los nombres de las calles del coqueto barrio de Palermo, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El Congreso siguió sesionando hasta que la discusión Unitarios o Federales lo clausuró, se trasladó a Buenos Aires y sancionó la Constitución Argentina de 1819, estableciendo de esta manera una República centralista. 

Así fue la “Independencia”, con vencedores y vencidos y no estoy hablando de los españoles. Artigas murió después de 30 años de ostracismo exiliado en el Paraguay, José de San Martín tuvo el mismo destino pero en Francia, Dorrego fusilado, Rosas exiliado en Inglaterra... La lista es interminable. Unitarios o Federales, liberación o dependencia, Braden o Perón, Bilardo o Menotti, Diego o Pele, Cristina o Macri... 

La tremenda soledad del exilio, y la tristeza, la tristeza de no ver la patria liberada. 

La Junta de Representantes el 20 de septiembre de 1820 nombró Gobernador a Martín Rodríguez, el hombre designó como Secretario de Gobierno a Bernardino Rivadavia. El mundo estaba en plena ebullición, en Estados Unidos se estaba gestando la doctrina Monroe, esa que dice “América es para los Americanos” y los ingleses que siempre en política internacional jugaban a otra cosa, se dieron cuenta que la ocupación y la colonia entraban en el ámbito de la gilada decidieron que la nueva forma de dominación era prestar guita, los flamantes cipayos con Bernardino Rivadavia a la cabeza fueron presa regalada para la Baring Brothers, 1.000.000 de Libras. Llegó la mitad y ni siquiera en plata. El país tardó un siglo para saldar la cuenta. La independencia fue solo una palabra mientras se tenía deuda externa, no hay manera de safar mientras la plata la pone “el Padrino”.

1916 

 

El 9 de agosto de 1914 murió el Presidente Roque Sáenz Peña y lo sucedió en el cargo su Vice – Presidente, Victorino de la Plaza, como es de público conocimiento el flamante mandatario tuvo que afrontar los festejos del Centenario de la Independencia. El 25 de mayo de 1910 habían tirado la casa por la ventana, pero las cosas habían cambiado. La primera guerra mundial en pleno desarrollo, privó a los habitantes de Buenos Aires de figuras de fuste mundial. De todas maneras se pudo contar con la presencia del Embajador de Brasil y la brigada de exploradores uruguayos. El 2 de abril, Don Hipólito Yrigoyen había ganado las elecciones y fue elegido Presidente, por primera vez entraba en vigor la llamada Ley Sáenz Peña. La cosa estaba complicada y desde la casa rosada le hicieron saber al gobierno de la Provincia de Tucumán que no tenían fondos para los festejos. Una comisión vecinal de San Miguel de Tucumán se hizo cargo de los mismos, pero no trascendieron los límites de la pequeña Provincia. 

El País vivía un clima social enrarecido, la situación política, social y económica de la Argentina era sumamente inestable. 

El 9 de Julio de 1916 amaneció con el tañido de todas las campanas de las Iglesias porteñas. Luego del Tedeum en la catedral metropolitana, exactamente a las 13 horas, comenzó el desfile militar. Apenas empezado el evento, el joven anarquista Juan Mandrini atentó contra la vida del Presidente, le disparó dos tiros con un revólver y trató de escapar, cosa que no logró, dado que fue detenido inmediatamente por la “atenta custodia” del primer mandatario que resultó ileso. 

Un cronista estaba presente ese día en la Plaza de Mayo y logró hacerle un reportaje a un testigo directo del intento de magnicidio. Bueno acá estamos con... cuál es tu nombre? 

- ¿Cuál es su nombre? 
- Rogelio, Rogelio Rojas... 
- Bueno, a qué hora llegaste a la plaza? 
- No, yo vine como a la diez... lo que pasa es que hoy los de la casa Gath y Chavez daban locro pa todo el mundo, pero tuvimos que hacer la cola y tardó bastante y después ricien vinimos pa la plaza. 
- Contame que viste 
- Bueno, mira, yo estaba ahí, justo enfrente del Presidente y empezaron a pasar los granaderos a caballo, más Granaderos, más caballos... y me aburrí, entonces se me dá por mirar pa el costado... y lo veo che. Venía de allá, abriéndose paso entre la gente, tipo joven, ponele 25 años, más o menos... 
- Mucha gente había? 
- Y... sí, calculo a ojo de buen cubero, ponele... 50 personas. 
- Pero 50 personas, no son muchas... 
- Como no, 50 son 50 señor... 
- Y entonces qué pasó? 
- Y entonces lo veo venir, el tipo tenía la mano derecha pa delante, como cuando te apuntan con el dedo, pero no se veía la mano porque tenía un diario tapando, me entiende? 
- Sí, claro que lo entiendo, y entonces que paso? 
- Imagínese, a mi enseguida se me encendió la lamparita y me dije pa mi mismo, este me quiere afanar, justo a mi... justo a mí que no tengo un sope. Pero no, cuando estaba a unos tres metros de donde estaba yo, tira el diario al piso y le veo el bufoso, apuntó y tiró... 
- Qué locura, hirió a alguien? 
- Nada que ver, el primer tiro fue cualquiera, ni al edificio le pegó... en el segundo estuvo más cerca, le pego al balcón, pero a unos diez metros de donde estaba el presi. 
- Me dicen que el que perpetró el intento de magnicidio se llama Juan Mandrini y es anarquista, seguramente es parte de un plan que han urdido para asesinar al Presidente. 
- Plan?, que plan?, nada que ver, este pibe no puede ser parte de ningún plan, quien va a mandar a asesinar al Presidente, a un tipo que no sabe tirar, a ver, ¿uste lo mandaria? 
- No seguramente que no pero... 
- Vio, vio... no hay que mentir 
- Nosotros no mentimos Rogelio, muchas gracias por el testimonio. 
- Que son, de TN son... 
- Volvemos a estudios centrales. 

La Copa América, que se jugó en la ciudad de Buenos Aires entre el 2 y el 17 de julio, contó con la participación de cuatro países: Uruguay, Chile, Brasil y Argentina. Este torneo se realizaba por primera vez en la historia y tuvo algunos incidentes en el partido final en el que se enfrentaron Uruguay y Argentina. Con un empate, el campeonato quedó para los uruguayos.
Ni el tiro del final... 

2016 

En el bicentenario de la independencia los actos fueron presididos por Mauricio Macri, que a la postre resulto ser peor que Rivadavia, frente al Rey de España manifestó que los próceres independentistas tuvieron angustia por separarse del Rey de entonces. Fue todo un anticipo, nos hundió en la peor dependencia, la de la deuda. Habrá que esperar hasta 2116 para saber cómo sigue este cuento.

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