"La utopía se vuelve realidad. Todos juntos lo van a traer a Perón" | Por Roberto Baschetti

Junio es un mes signado por hechos históricos que representaron tanto el intento de la oligarquía de borrar al peronismo de la historia como la Resistencia de un Pueblo que no se permitiría perder sus derechos ni su identidad. Por eso, este mes, en el marco del suplemento "Junio: Mes de la resistencia: Proscripción, mística y aguante" quisimos aportar un recorrido y algunas reflexiones sobre lo que fue este proceso. 
Para cerrar este suplemento, les compartimos la entrevista realizada a Roberto Baschetti. Un militante, sociólogo, investigador, historiador y escritor argentino, que se dedicó a estudiar el peronismo y, particularmente, el proceso de la Resistencia Peronista.


En primera instancia nos gustaría preguntarte sobre el proceso de la resistencia que duro 18 años. ¿Cómo caracterizarías este proceso que conocemos como la resistencia peronista? ¿Cuál fue el rol de los sindicatos peronistas a lo largo de esta etapa?

La Resistencia Peronista es un segmento de nuestra historia que va desde el 16 de septiembre de 1955 (derrocamiento de Perón) hasta el 25 de mayo de 1973 (cuando el peronismo nuevamente asume el gobierno). El proceso que se ha desarrollado ahí, tiene como actor principal al pueblo peronista que resistió de todos los modos posibles al intento de restauración oligárquica.

Pasan por mi mente como un relámpago los 18 años de lucha que ese pueblo peronista y su clase trabajadora llevaron adelante para hacer realidad el regreso de Perón e imponer nuestra voluntad soberana en comicios arrancados a los usurpadores de la voluntad popular, un 11 de marzo de 1973.

Ocurrió: el robo del cadáver de Evita por la siniestra “Revolución Libertadora”; el decreto Ley 4.161 que prohibía al peronismo; los fusilamientos de junio del ‘56 a obreros y militares peronistas; los caños y pintadas de la Resistencia al dictador de turno que quería imponer la recesión y el hambre, es decir, los planes de la oligarquía, el imperialismo y el F.M.I.; los programas revolucionarios de La Falda y Huerta Grande hechos por los propios trabajadores; ya en 1959 la huelga activa y toma del frigorífico Lisandro de la Torre por los obreros para evitar la entrega del patrimonio nacional, acción que conmociona a una inmensa barriada de Buenos Aires; la primera y olvidada guerrilla peronista de los Uturuncos en el norte argentino allá por 1960; las persecuciones y humillaciones a la clase trabajadora llevadas adelante por el maquiavélico Frondizi a través de su Plan CONINTES (Conmoción Interna del Estado); las elecciones a gobernador en la provincia de Buenos Aires, ganadas por el “Negro” Framini, peronista de ley en 1962 y que son anuladas de un sablazo; en ese mismo año el secuestro y desaparición del compañero Felipe Vallese, delegado gremial metalúrgico y militante de J.P.; dos años más tarde, en 1964, cuando se lleva adelante una experiencia fundamental de la clase trabajadora: el Plan de Lucha de la CGT: 3.913.000 trabajadores (el 75,4% del total de los asalariados) ocupan 11.000 establecimientos fabriles pidiendo mejoras en sus condiciones económicas y el regreso de Perón a la Patria. Ya en la dictadura de Onganía, la creación de la combativa C.G.T. de los Argentinos con Raymundo Ongaro a la cabeza, la aparición de las Fuerzas Armadas Peronistas en Taco Ralo, el surgimiento de Montoneros y la muerte del fusilador Aramburu. A partir de este hecho concreto de reivindicación histórica del que hace poco se cumplieron 50 años, se afianza una ofensiva del campo popular (iniciada en 1969 con el Cordobazo) que como corolario provoca el regreso de Perón a nuestra patria.

 

Uno de los grandes actores de la resistencia fue la juventud, teniendo en cuenta que en el año 1957 se fundó la Juventud Peronista ¿Qué significó la participación de la juventud en este escenario de resistencia? ¿Cuál fue el rol que tuvo esa juventud en la campaña “Lucha y vuelve?

A partir de mediados de los ’60 se produce por diferentes razones que son largas de explicar una “peronización” de la sociedad, que está directamente ligada a la situación económica y política que se desarrolla en Argentina, en sostenido deterioro comparativo desde cinco años atrás. Caído Perón en 1955, de la original alianza social que lo había llevado al gobierno y al poder 9 años antes, solamente la clase trabajadora se mantenía fiel en defensa de su Líder. Ahora la cosa va a cambiar para mejor. En los años que van del ’65 al ’70 el peronismo toma una fuerza y una representación nunca lograda antes en todo el arco social. Y esa fuerza se expande y se fortalece también en una juventud que ve en el peronismo la única y real posibilidad beneficiosa de cambio en Argentina. Muchos jóvenes que provienen de partidos de izquierdas tradicionales, revisan la actitud refractaria de sus organizaciones y comienzan un acercamiento al peronismo. La Juventud Peronista entra en las universidades de todo el país y gana elecciones y centros de estudiantes, e impone planes de estudios que reflejen la verdadera historia patria a través de las “Cátedras Nacionales” entre 1968 y 1972. Por otra parte, miles de jóvenes de origen cristiano, catequistas o voluntarios que van a las villas a ayudar, terminan también peronizándose, incluso muchos de ellos provenientes de familias antiperonistas. Esa gente postergada, humillada, e inmensamente pobre de las villas les dice que una vez vivieron bien y fue con el peronismo en el poder. Y allá van todos estos pibes de clase media acomodada a sumarse a la utopía, a seguir la suerte del agredido, en el decir de Frantz Fanon. Y por una vez, la utopía se vuelve realidad. Todos juntos lo van a traer a Perón. Bastó una frase para que todo el mundo entendiera: “Luche y Vuelve”. Y ya es hora de reconocer una realidad de aquel momento: Fue Montoneros quien llevó con éxito adelante, en todo el país, ese “Luche y Vuelve”, organizando a la Juventud Peronista a lo largo y a lo ancho de nuestra patria. Perón con seguridad, sin ese aporte generoso de militancia y lucha, (con su lamentable secuela de encarcelados y asesinados) hubiera fallecido en su exilio madrileño en una cama y no hubiera vuelto a la Argentina un 17 de noviembre de 1972, haciendo realidad el sueño de millones de argentinos que siempre estuvieron dispuestos a “dar la vida por Perón”.




Para cerrar y reflexionar sobre la militancia actual ¿Qué enseñanza o reflexión crees que debe recuperar la militancia actual de esta gesta histórica del movimiento peronista?

La militancia actual es la continuación histórica y cronológica de aquella primera que se rebeló y organizó como pudo la Resistencia Peronista. Podrá tener menos brillo, carecer de la épica de aquella, desenvolverse con paso anodino entre marchas y contramarchas, y muchas veces ver sus objetivos inmediatos frustrados.

Pero debe tener dos cosas muy en claro para no perder el objetivo final que es el logro definitivo de una Patria Justa, Libre, Soberana, con salud, trabajo y educación para todos los argentinos.      

La primera: saber quién es el enemigo a vencer. Si eso no está claro será imposible lograr el objetivo. Con otros nombres, con otros ropajes, con diferente lenguaje, el enemigo es el mismo de siempre: el imperialismo y la oligarquía vernácula. No puede haber una Argentina como la que queremos y soñamos si estos dos actores sociales prosiguen gobernándola. Se pudo en otros países, ¿Por qué aquí no se podría?

La segunda: que esa lucha es larga en el tiempo y no la resuelve una sola generación, de hecho en nuestra patria se viene desarrollando desde la misma creación de la República. Nosotros no podemos imponernos definitivamente (hasta ahora), pero ellos no pueden llevar hasta el final su planes entreguistas por la lucha que les planteamos a lo largo de nuestra historia. Y se los vencerá para siempre con organización. “La organización vence al tiempo” dijo Perón, y esa frase nunca fue tan cierta como en esta coyuntura. La militancia actual deberá construir las herramientas necesarias y organizativas para que la lucha de nuestro pueblo no haya sido en vano.



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