La Escuela Normal: Cuna del Magisterio Argentino | Por Patricia Mendieta

Por Patricia Mendieta
Profesora, militante y delegada gremial de SUTEBA San Miguel
Organización Peronismo Militante Tres de Febrero


“(El niño) intuye en el educador su intento de arrancarle su peculiaridad,

de hacerle hombre como él, y defiende su niñez, su genio peculiar.

Busca escapar de las garras del opresor,

a sus ojos un gigante testarudo y odioso, su enemigo (...)

La educación es un estado sitio permanente.

El mayor enemigo que el niño tiene que vencer es a su maestro.”

Celia Ortiz De Montoya



A  150 años de la creación de la Escuela Normal de Paraná  me gustaría hacer un recorrido histórico sobre su fundación, su importancia, su  rol en la sociedad, sus aportes a la formación docente de nuestros días. 


El 13 de junio de 1870 se decretó la creación de la Primera Escuela Normal del país en la ciudad de Paraná. La escuela se creó como resultado de la aplicación de una ley sancionada el 6 de octubre de 1870 y comenzó a funcionar en el lugar donde tenía su sede el gobierno de la Confederación en Paraná en 1871, con un plan de estudios de cuatro años de duración, teniendo como principal función formar maestros de escuelas comunes. Actualmente, la escuela funciona en un edificio creado por el Ministerio de Obras Públicas, construído entre 1927 y 1932, en la esquina de las calles Corrientes y Urquiza, frente a la Municipalidad.


La actual escuela de Paraná, declarada Monumento Histórico Nacional el 8 de julio del 2009, lleva el nombre de quien fue su director y organizador, el español José María Torres.

La Escuela Normal de Paraná, modelo para las escuelas normales creadas en el país, posee una historia muy significativa ya que acompañó los orígenes del sistema educativo argentino,  al recibir en su seno a jóvenes que marcarían esos rumbos en el magisterio.

Las modificaciones institucionales en estos 150 años de la Escuela Normal han sido muchas, conformando un pródigo pasado. En nuestros días la Escuela Normal Superior “José María Torres” lleva a la práctica un proyecto democrático integrando a alumnos, egresados, personal directivo y administrativo y se encuentra bajo la órbita de la UADER, dependiendo de la facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales. A partir de la Ley Federal de Educación, la Escuela Normal se convierte en pionera de la transformación de la formación docente acorde a las realidades del siglo XX.


La Escuela Normal de Paraná fue fundada durante la Presidencia de Sarmiento (1868-1874) y gesta una nueva figura: el maestro normal nacional. Lo propio del discurso de Sarmiento: la educación, sistematizada, extendida en toda la República en la institución escolar, abrirá (a la manera de Estados Unidos) la perspectiva de la modernización. Además fue definida como garantía de formación de los docentes del país y como modelo normalizador para los establecimientos similares creados en el país. Su primer director fue el profesor estadounidense George Stearns. De igual nacionalidad fueron las primeras maestras que tuvo la escuela. La Escuela Normal funcionó con estudiantes varones hasta 1876. Su director en ese momento, José María Torres, solicitó al Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública la autorización para la incorporación de alumnas. Esto permitió incorporar a miles de mujeres al estudio y al mundo del trabajo remunerado contribuyendo a la democratización de lo público y de la sociedad.


En la gestión de Torres se produjo un cambio de perspectiva política-cultural tanto en lo pedagógico como en la práctica docente. Produjo un cambio de dirección en el Normalismo, dado por la implementación de un modelo pedagógico (diseñó un método de alfabetización que tuvo un gran éxito en los normalistas) y  la instauración del disciplinamiento escolar (prohibió los castigos físicos al alumno). El tradicional sistema normalista, jerárquico y autoritario, que concebía al maestro como poseedor de la verdad y al niño como un oscuro cascarón vacío, hizo que los propios representantes del normalismo vieran la necesidad de elaborar sus propuestas pedagógicas alternativas. Celia Ortiz de Montoya, egresada de la Escuela Normal de Paraná, Profesora de Pedagogía y Filosofía, título otorgado  en la Universidad Nacional de La Plata y primera mujer Doctora en Ciencias de la Educación del país, comienza en Paraná, en 1921, sus tareas académicas en la recientemente creada Facultad de Ciencia Económicas. Con la idea de renovar el Normalismo tradicional viaja a Europa y entra en contacto con educadores renovadores.



De vuelta a la Argentina, hacia 1931, desarrolló en la Escuela Normal de Paraná una innovadora experiencia que consistía en prácticas democratizadoras, generando espacios de libertad, distensión y horizontalidad. Su experiencia llamada Educación Integral Activa consistía, por ejemplo, en dar clase al aire libre, estudiar situaciones reales de interés sobre lectura y escritura, donde los niños construían sus lecturas con recortes. Esta experiencia duró sólo un año ya que fueron suspendidas en 1932 por la oposición de los movimientos conservadores a nivel cultural y educativo de la Argentina. La innovación educativa que no se pudo hacer en Entre Ríos, sí se pudo hacer por los normalistas colegas de Ortiz de Montoya en la costa santafesina. Lo que Celia Ortiz de Montoya estuvo buscando a través de las experiencias pedagógicas era cómo hacer posible esa escuela donde ella verdaderamente fue feliz.


Como todo proyecto colectivo, el Normalismo se debatió entre expresiones conservadoras y progresistas, que negaban al alumno como sujeto portador de otras culturas, y que anteponían la disciplina al conocimiento, y las jerarquías al diálogo. La Escuela Normal fue y es un territorio rico en debates y experiencias innovadoras. Aún así todo proceso histórico está hecho de luces y sombras. Entre los logros protagonizados hay uno que es reconocido por propios y extraños: el Normalismo significó la inclusión social de vastos sectores de la ciudadanía que hasta entonces habían sido marginados. Una escuela que se reconoce heredera de la historia pero que se nutre de las vivencias reales del presente porque están en la búsqueda de nuevas experiencias para fortalecer las prácticas educativas. La tradición de extender la educación popular a cada rincón del país contribuyó a fortalecer a la escuela pública garantizando el derecho a la educación.


“Sueño con un país en el que los 40 millones puedan elegir la vida que quieren tener.”

Néstor Kirchner


Estos acontecimientos son inspiradores para repensar los contextos, las prácticas e intercambiar ideas para construir nuestro presente. Un nuevo presente como el que nos toca transitar con una pandemia que produjo un cambio de escenario, priorizando el cuidado de la salud, donde el docente se interese en los procesos y no en los resultados, donde pueda tomar decisiones y actuar, siendo conscientes que están buscando las múltiples maneras de poder llegar a los estudiantes desarrollando pedagogías para este tiempo, intentando en todo momento seguir estando presentes.


Todos estos intentos tienen que ver con darle importancia a eso que se hace en la escuela, que es aprender juntos resguardando que la transmisión de la cultura siga un curso humano en defensa de los derechos de la escuela pública y del vínculo educativo, con un Estado presente involucrado en la superación de las desigualdades. Y también pensar en el proceso post-pandemia, teniendo en cuenta además que venimos de cuatro años de un gobierno neoliberal, donde los ajustes en la educación pública generaron grandes retrocesos. Por lo tanto, la salida debe construirse en forma colectiva, con más solidaridad y con un Estado que contenga las inequidades, sabiendo que los cambios profundos se logran desde la Comunidad Organizada construyendo espacios de diálogo y consensos, fortaleciendo en todo momento el vínculo con la comunidad educativa, para construir un país con más Justicia Social.

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