Liberación Nacional, Cultura Foránea y Mestizaje | Por Nehuen Braile

Por Nehuen Braile
Responsable Político 
Organización Peronismo Militante Hurlingham


“Me siento muy honrado por llevar sangre tehuelche, descendiendo por vía materna de quienes poblaron la Argentina desde siglos antes de llegar los colonizadores…” Juan D. Perón

“La América española desea que la Inglaterra le ayude a sacudir la opresión infame en que la España la tiene constituida, negando a sus naturales de todas clases el que puedan obtener empleos militares, civiles o eclesiásticos de alguna consideración y confiriéndolos sólo a españoles europeos de baja esfera, por lo general, que vienen allí únicamente para enriquecerse, ultrajar y oprimir los infelices habitantes, con una rapacidad increíble, prohibiendo aún a la nobleza americana el que pase a España ni a ningún otro país extranjero sin Licencia particular del Rey, que rarísima vez se concede; verificándose así el tenerlos aprisionados sin causa ni motivo alguno y, lo que es más aún, oprimir también el entendimiento con el infame tribunal de la Inquisición, que prohíbe cuántos libros o publicación útil parezca, capaz de ilustrar el entendimiento humano, que así procuran degradar, haciéndole supersticioso, humilde y despreciable por pura crasa ignorancia.” Francisco de Miranda, febrero de 1790 


Civilización o barbarie

“Todo hecho propio por serlo, era bárbaro y todo hecho ajeno, por serlo, era civilizado. Civilizar pues, consistió en desnacionalizar” afirma Arturo Jauretche justo después de iluminar el camino explicando que “Civilización o barbarie” es “la zoncera que parió a todas.”
Inicio este artículo mencionando la concepción “civilización-barbarie” que ha sido utilizada para posicionar al Estado argentino respecto de lo autóctono y que tomaré como eje de mi análisis. 
Los intelectuales del siglo XIX instalaron un discurso que tomará fuerza con la generación del 80, cuyos principales referentes, Domingo Faustino Sarmiento, Bartolomé Mitre y Juan Bautista Alberdi, traerán al campo nacional dos conceptos fundamentales que se utilizarán para caracterizar la época y que se resignificarán con el paso de historia. El primero de los conceptos, “civilización”, se utilizará para referenciar todo lo proveniente de la ciudad, reivindicativo de lo foráneo; el segundo, “barbarie”, será el utilizado para calificar todo lo relacionado con lo propio, lo americano. En otras palabras, lo bárbaro era sinónimo de lo local, de lo nativo, de la herencia indo-hispano-criolla, y lo civilizado era sinónimo de lo ajeno, de lo europeo, de lo clásico. 
Estas ideas plasmaban gran admiración por la cultura europea, sinónimo de prosperidad, civilización e inteligencia. Una inteligencia elitista, racional y liberal en contra posición a la irracionalidad con la cual caracterizaban al enemigo interno, asociando una naturaleza demoníaca a lo proveniente de las Américas. 
En el mismo sentido resaltarán la poca validez o lo endeble de la cultura americana durante la conquista al desconocer los elementos unificadores que entrelazaban la cultura originaria de los pueblos que habitaban estas tierras. Tierras que se harán necesarias cuando entrado el siglo XIX la naciente república Argentina empezaba a incorporarse al mercado internacional como exportadora de materias primas. Julio Argentino Roca, entonces presidente, emprendió la violenta “Conquista del Desierto”. La razón del avance sobre el territorio de los pueblos originarios residirá en la riqueza y en el valor de las tierras apropiadas. Estos pueblos fueron sometidos, sustraídos de su cultura, sus costumbres y su forma de vivir. 
La narrativa histórica “civilización o barbarie” en clave civilizatoria debe invertirse, buscando un reconocimiento a los pueblos originarios de nuestro país como acervo cultural de nuestro pueblo, y fomentar su integración al movimiento nacional. 
El Movimiento Peronista tiene el orgullo de haberse diferenciado históricamente de los admiradores de la cultura foránea. 
Los pueblos originarios son una parte fundacional de nuestra cultura. Como lo fue el Gaucho en otro momento histórico. El mate, la chacarera, el folklore, el insulto, el lunfardo entre muchas otras cosas son resultado del mestizaje. Ese mestizaje que desde lo cotidiano influyó y consolidó la argentinidad, nuestra cultura, nuestro ser y nuestra espiritualidad que nos permiten diferenciarnos y caracterizarnos como Nación. 

Como primera conclusión me permito afirmar: La relación entre el Estado argentino y los pueblos originarios no es irreconciliable. 


La cultura como elemento unificador

El filósofo y antropólogo argentino, Rodolfo Kusch, afirma: 

“Ser indigenista en el siglo XX y en Argentina es estúpido. Ya no hay indigenistas en ningún lugar de América. Lo peligroso es, en cambio, los que le tienen miedo al 
indigenismo. ¿No será una forma de desvincularse como clase media de la problemática del pueblo?” (Kusch, 1976, 11 p.)

El autor nos propone pensar que en un mundo globalizado, con un Estado nacional consolidado, los fundamentalismos han dejado de tener sentido. Sin embargo, de forma inmediata, nos indica lo peligroso de aquellos que temen a los pueblos originarios, y nos invita a pensar que temer a éstos, es una forma de desvincularse de su causa.
Una contradicción es rectora de nuestro movimiento: “Patria o colonia”. Esa contradicción parte de la premisa de que existen imperios que someten pueblos, avasallando su cultura y su autonomía.
La postura del Movimiento Nacional para con los pueblos originarios jamás podrá relacionarse con las acciones que llevan adelante los imperios con los países del tercer mundo. Si nos presuponemos anti imperialistas, nuestra respuesta para con estos pueblos no puede ser imperialista. Principalmente porque esto produciría una contradicción ideológica en nuestro Movimiento que entiende que los imperialismos despliegan todas sus herramientas de dominación con el objetivo de imponer su voz civilizatoria sobre lo que consideran bárbaro. 
El imperialismo fue el artífice de la separación de las Américas en republiquetas y sus vectores internos fueron quienes fomentaron la admiración por la cultura europea. En el mundo del capital ilimitado y la idolatría del dinero es necesario un cambio de las perspectivas impuestas. 
El enfoque globalizado nos hace creyentes de que la división latinoamericana sucede debido al virus del subdesarrollo. Cuando en realidad lo que ocurre no es que América Latina está dividida porque es subdesarrollada sino, al contrario, América Latina es subdesarrollada porque está dividida

Como segunda conclusión afirmo: La raíz cultural unificadora de los pueblos originarios debe ser una base argumental insustituible de la unión latinoamericana. Negar nuestras raíces es negar parte de nuestro ser nacional, nuestra idiosincrasia y deja en el olvido una fuente inagotable de elementos unificadores a nivel regional. 


Emancipación cultural para la Liberación Nacional

“Soy un escritor que quisiera contribuir al rescate de la memoria secuestrada de toda América, pero sobre todo de América Latina, tierra despreciada y entrañable.” Eduardo Galeano

La intención de este artículo está identificada con la idea que Galeano plantea en la anterior cita, salvando las distancias. Desde mi posición de argentino, peronista y militante pretendo hacer un aporte a la reflexión acerca de nuestra tierra, nuestra nación y nuestra cultura e intentar reivindicar aquello que intentaron, intentan e intentaran quitarnos: nuestra identidad. 
Una lucha que trascendió a través del tiempo y a pesar de los constantes ataques del imperialismo, la gran Nación Latinoamericana subsiste omnipresente en cada pueblo de la región. 
La cultura siempre ha sido un objetivo fundamental del ataque foráneo, nuestro continente nunca dejó en el olvido sus raíces. Millones de personas derramaron su sangre sobre América Latina, que todavía tiene sus venas abiertas. Los daños son irremediables y jamás permitiremos que la historia deje en el olvido las masacres, el genocidio y los saqueos... Porque los movimientos populares somos indudables militantes de la memoria. 
La antinomia “civilización barbarie” se reinventó y permitió dilucidar cómo en los distintos escenarios históricos queda en evidencia que lo “bárbaro” será todo aquello que haya nacido en tierras americanas o en su defecto, no se corresponda con la aspiración de servir a los imperialismos. De esto nacen dos corrientes, una nacional y otra antinacional. De ahí que nuestra historia es la de la lucha por la Liberación, desde la época del coloniaje hasta la actualidad. En este sentido la dicotomía civilización-barbarie no se pierde, más bien se resignifica y “la barbarie” se convierte en un estigma positivo. 
Nuestra espiritualidad encuentra sus orígenes en aquellos primeros pueblos que habitaron las Américas y en el cruce de estos con la inmigración europea durante la época colonial. De ahí nace el Pueblo argentino es en sí mismo, el principal generador de cultura y el más seguro resguardo de la historia. Renegar de nuestro origen es igual a negar quienes somos. 
Somos indios, gauchos y criollos, somos mate y asado, somos chacarera y folklore, somos San Martín cruzando Los Andes, somos Rosas y Encarnación, somos Perón y Eva, somos la central obrera más poderosa del mundo, la Resistencia Peronista y los 30.000 compañeros detenidos desaparecidos, somos Néstor y Cristina, somos millones más que dejaron la vida en la lucha por la Liberación Nacional: Somos barbarie

Como tercera conclusión, propongo: Reivindicar lo americano, lo propio y seguir consolidando nuestra identidad. Será un deber del campo Nacional y Popular transformar esa identidad en un sostén irremplazable de nuestra cultura e idiosincrasia. Solo así lograremos dar el primer paso hacia una emancipación cultural que a su vez será un gran paso para la Liberación Nacional. 

“Váyanse al carajo yanquis de mierda que aquí hay un pueblo digno, aquí hay un pueblo digno, yanquis de mierda, váyanse al carajo 100 veces, aquí estamos los hijos de Bolivar, de Guaicapuro y de Túpac Amaru. Nosotros estamos resueltos a ser libres.” 
Hugo Chávez, 11 de septiembre de 2008

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