El miedo no conquista derechos | Por Ana Rodríguez Pros

Por Ana Rodríguez Pros
Responsable de la Secretaría de Formación Política Regional Noroeste
Organización Peronismo Militante Tres de Febrero


“En las cumbres del Famatina he visto al peón cargado con 60 y más kilogramos deslizarse por las galerías de las minas, corriendo riesgos de todo género, en una atmósfera de la mitad de la presión normal; he visto en la ciudad de la Rioja al obrero, ganando sólo 80 centavos, metido en la zanja estrecha de una cañería de aguas corrientes, aguantando en sus espaldas un calor de 57º, a las dos de la tarde (...) Era de ver aquellos hombres agobiados por el peso, sintiendo ya los efectos de la falta de presión, jadeantes, paso a paso, víctimas forzosas del progreso, porque no hay otro medio mejor de hacer la operación; pero ya que no puede evitarse, deberían ser pagados al menos con doble salario del que perciben. Esos son las águilas del progreso, héroes anónimos, que labran el canal de la riqueza de que ellos no van a gozar; su trabajo se paga con un peso y cincuenta centavos y se cree haberlo recompensado con largueza."
Informe sobre el estado de la clase obreraDr. Juan Bialet Masse 


En 1904, el gobierno nacional en manos de Julio Argentino Roca encargó al médico, abogado e ingeniero agrónomo catalán, Juan Bialet Massé, un informe sobre el estado de la clase obrera en la Argentina. Éste, con puntillosa pluma describió descarnadamente la agobiante realidad de los trabajadores en las distintas regiones de nuestra Patria. Su informe permitió a Joaquín V. González redactar ese mismo año el discutido, pero finalmente rechazado, proyecto de Ley del Trabajo
Donde hay una necesidad nace un derecho, pero no hay alumbramiento sin sangre y dolor. El párrafo seleccionado a modo de ejemplo para dar inicio a este ensayo, pone de manifiesto no sólo lo mal pago de los trabajadores de aquel entonces, sino fundamentalmente la condición de su explotación: falta de seguridad, esfuerzos físicos, condiciones inhumanas, etc. De aquella realidad a la actual, se ha conquistado mucho, aún a sabiendas de todo lo que falta. Nuestra lucha, la de los trabajadores y trabajadoras, es sin duda epopéyica. De los esclavos y siervos al trabajador explotado, o a las víctimas de la precarización actual, la madre de todas las luchas ha sido (y es) primero reconocer la injusticia, y segundo, el derecho a organizarse de cara a revertir la asimetría opresiva. Por eso el enemigo apunta y atenta contra la organización, porque de ella brotó (y brota) la conciencia colectiva y con ella, todas y cada una de nuestras conquistas. Unidad y Organización, sólo así se vence al tiempo. 
Y de la mano de la consolidación de nuestro derecho a formar sindicatos, federaciones y confederaciones, comenzaría un derrotero de conquistas que serán plasmadas en leyes: la duración de la jornada laboral, indemnizaciones y vacaciones pagas, licencias, estatutos profesionales, la huelga, el aguinaldo, etc. En este sentido, doy por entendido el rol que ha tenido Juan Domingo Perón en el reconocimiento de los derechos de los trabajadores, para no hacer más extenso este desarrollo. 
Sin embargo, hasta 1974, esos derechos conquistados estaban dispersos en normas de distinta jerarquía. El 20 de Septiembre de aquel año, fue promulgada por el Congreso de la Nación la Ley de Contrato de Trabajo, que en sus 301 artículos sistematizaba la totalidad de las regulaciones atinentes a la relación laboral entre el trabajador y su empleador. 
Me resulta sumamente gráfico cómo la Ley de Contrato de Trabajo implica una conquista en sí misma, y a su vez, la sistematización de otras conquistas, que redundantemente a su vez, demandaron ponerle el cuerpo a la lucha. 
Es por esto que el marco del suplemento del Mes del Trabajador, a través de este ensayo me propuse poner en el centro de la escena a un compañero imprescindible en nuestra historia reciente, Norberto Centeno. Peronista, abogado y mucho más que el redactor de la versión original de nuestra actual Ley de Contrato de Trabajo, mutilada por los regímenes neoliberales que se sucedieron de su sanción a la fecha. 
Una vez más, mi humilde objetivo es ponerle rostro a la trayectoria, al sufrimiento y a la victoria de un compañero que fue detenido y asesinado en sala de tortura por sus aciertos e ideales. Vivenciar su historia personal, profesional y política, para hacer justicia a su militancia sin desmayos por la dignidad de los y las laburantes. 


Centeno, los trabajadores y las corbatas:


“No basta con teorizar sobre la Justicia, sino que hay que luchar para realizarla”. 
Constitución y Pueblo, Arturo Enrique Sampay. 



Norberto Centeno tenía un conocimiento enciclopédico del derecho laboral: para algunos, herramienta de mediación en la eterna tirantez entre capital y trabajo; para otros, un verdadero instrumento de disputa y consolidación, no sólo de salario y condiciones de trabajo, sino también de sentido. 
Centeno nació en febrero de 1927, en Santa Fe. Sin embargo, terminados sus estudios secundarios y recibido como maestro normal, la familia entera decide trasladarse a la provincia de Misiones, cuando todavía las aguas bajaban turbias, y desde el Alto Paraná se podían divisar flotando en el río los cadáveres de los cosechadores de yerba, los mensú, que se rebelaban frente al patrón, en el marco de la explotación medieval que asediaba al Litoral. En 1946, Norberto tenía 19 años, y ya estaba afiliado al Partido Justicialista. Comenzó a trabajar como inspector de Salubridad e Higiene en el Ministerio de Trabajo misionero, y así, como agente estatal, se acercó a la realidad de la dignidad pisoteada de los trabajadores, a su total carencia de protección, una constante que se mantendrá a lo largo de su vida, aunque en diferentes roles. A la vez, continuó estudiando, hasta recibirse de escribano. 
A principios de los ‘50, decide abandonar Misiones y trasladarse a Mar del Plata. Allí comenzó a interesarse por el Derecho como disciplina filosófica pero también práctica, de construcción de porvenir y oportunidades. El joven escribano inicia la carrera a su tercer título. 
Sin embargo, en 1955 algo obstaculizó su proyecto académico: la Fusiladora lo mandó a la cárcel por peronista. Fue detenido y trasladado al penal de máxima seguridad de Sierra Chica, famoso por la dureza en las condiciones de detención. Un año después, allí, privado de su libertad por antojo de dictadores que veían en sus convicciones políticas un delito, el escribano de 30 años de edad, se recibía de abogado. Bien podríamos hablar de resiliencia, que tan de moda está. Hacer de lo adverso, de la crisis, una oportunidad para seguir pese a todo. Pero no me sale romantizar de esa forma, porque me detengo a pensar en la sensación de impotencia frente a una persecución y criminalización de ideas, que buscaba ser aleccionadora. Centeno, con su vida y fundamentalmente su resistencia, nos demuestra que en ese sentido, los peronistas no tenemos remedio: el odio y la crueldad, no nos amedrentan ni aleccionan. 
En 1957, el abogado lograría recuperar su libertad y volvería a Mar del Plata, donde comenzó a ejercer el Derecho del Trabajo, con una particularidad: representando siempre a los trabajadores, nunca a patrones; y sin abandonar su avidez constante por formarse jurídica y filosóficamente. 
Habiendo conseguido representar a la filial local de la CGT, en 1960 el Plan Conintes de Frondizi lo encarcela nuevamente. ¿El motivo?: el mismo, preso por peronista. Centeno, con poco más de 35 años, ya había estado preso cinco, sin haber cometido más delito que reconocerse peronista y actuar públicamente en consecuencia. Lamentablemente, ese estigma continuaría marcando su vida. “Con condena firme comenzó una gira por varios penales: Caseros, Las Heras, Azul, Rawson, Ushuaia y nuevamente Sierra Chica”1.
Frondizi había decidido reabrir el penal de Ushuaia para un centenar de peronistas presos por motivos estrictamente políticos. En aquella cárcel semicerrada de Tierra del Fuego, los reclusos pasaban veintiún horas por día en celdas de 2.5 por 2.5 metros, no contaban con la ropa apropiada, no podían usar gorros ni bufandas, dormían en colchones de paja húmeda con tres frazadas por todo abrigo, no recibían visitas, tampoco libros o revistas. “El régimen carcelario al que se nos somete configura un caso de tortura”, escribió desde el penal, en una denuncia que envió a la Comisión Investigadora de Torturas de la Cámara de Diputados. El cuerpo de Centeno, al igual que el de sus compañeros de encierro, se resintió severamente por el frío y el pésimo alimento que recibía. Sin embargo, una vez más, a la adversidad, le opuso formación política. La Cárcel fue un doctorado. Leía, estudiaba, escribía. A espaldas de los penitenciarios, redactó su primer texto jurídico, acerca de las implicancias legales e institucionales que se produjeron con el Plan Conintes: “Justicia Conintes y Estado de Derecho”
En declaraciones al diario La Capital, en 1963, sostuvo: “Los gobiernos posteriores a 1955 han perjudicado al movimiento obrero en tanto han llevado a las masas populares a la actual situación de penuria económica, pero en cambio las han beneficiado al darles a esas masas y a sus dirigentes la noción exacta y cabal del papel histórico que juegan y de que, como lo han demostrado, son la reserva del país”.
Recuperada su libertad, y lejos de asumir una actitud temerosa o pasiva, ante el lanzamiento por la CGT del Plan de Lucha, Centeno colaboró activamente en el asesoramiento legal de la medida. La respuesta del gobierno radical de Arturo Illia no se hizo esperar y el abogado volvió a la cárcel. Sí, otra vez.
Ese hombre formal, de pelo cortado a cepillo y pinta de gallego, con hondas preocupaciones por la realidad de los trabajadores, sin miedo a reconocerse peronista, con un prontuario de tres detenciones políticas, que llegó a concentrar el 80% del trabajo laboral en Mar del Plata, también participaba activamente de las asociaciones profesionales de abogados: intervino, por ejemplo, en el Tercer Congreso Nacional de Derecho del Trabajo, y en expresiones vinculadas con la defensa del Tercer Mundo, como miembro del Comité de Solidaridad con los Pueblos Árabes
En 1967, en la fachada de la casa familiar, aparecieron esvásticas, manchadas de alquitrán y una pintada: “CENTENO COMUNISTA”. Comunista. Centeno tenía de comunista lo que Ortega Peña agente del imperialismo ruso-castrista. Pero el enemigo es así, goza al crear fantasmáticas rotulaciones que en nada se ajustan a la realidad. Dudo que se trate de ignorancia política, se trata de oportunismo desestabilizador. Centeno, católico y peronista, se encontraba alejado del “modelo socialista”. Su pertenencia política en tiempos caldeados, su vinculación al movimiento obrero, su tenacidad política a fuerza de su capacidad jurídica, le valieron críticas a diestra y siniestra. De comunista a Vandorista, aún sin intervenir abiertamente en las internas del peronismo, las cuales sabía manejar. Ser intransigente al momento de defender trabajadores o de pelear por sus indemnizaciones, sin duda era revolucionario para la época y lamentablemente también en la actualidad. Sin embargo, su digno desempeño profesional le valió ser emparentado con un régimen político con el cual no comulgaba. Una vez más, como cada vez que me encuentro frente a la miopía ideológica, aprieto los dientes, suspiro y pienso… Lo que es no haber entendido nada. 
Centeno seguía en la mira: en Junio de 1969, con la conmoción del Cordobazo en la escena política, ya estamos en condiciones de hasta adivinar qué determinación tomaría el gobierno de facto de Onganía respecto al joven abogado: exactamente, volvió a meterlo preso, aunque esta vez por un periodo corto, sin juicio ni condena. Ya era una dinámica: cuando arreciaba la represión sobre el peronismo, Centeno iba preso. Soportaba el encierro, el maltrato, recuperaba la libertad y volvía a lo que sabía: el derecho laboral y la militancia peronista desde el sindicalismo. 
Pese a todos estos hechos que fueron sacudiendo su vida, a principios de los setenta, a la par de militar por el retorno de Perón, Norberto Centeno había consolidado su rol de abogado de los principales gremios industriales y de servicios, además de la CGT Marplatense y la CGT Nacional, en coordinación con su colega porteño: Fernando Torres. A su vez, seguía litigando en los tribunales, representando sindicatos, escribiendo sus análisis jurídicos y viculándose con sus colegas en todo el país y en el exterior. Y por último, en el plano académico, en Mar del Plata asumió la conducción de la Asociación Argentina de Derecho del Trabajo, y la dirección del Instituto de Derecho del Trabajo, que funcionaba en la Universidad Católica Stella Maris. 
Su figura se proyectaba cada vez más a nivel nacional, algo que determinó el llamado de Héctor Cámpora, quien sabía que se abría una etapa de diálogo con todos los sectores, en especial el movimiento obrero. Cuentan sus biógrafos que en hora y media, el laboralista desplegó toda su sapiencia y recorrió la agenda de los gremios, las necesidades legislativas y también las expectativas empresarias. 
Con el retorno de Perón, se desempolvó la agenda legislativa para que los sectores productivos y económicos mejoraran su marco legal, después del desmantelamiento del Estado de Empleo llevado a cabo por tanta dictadura o gobierno débil. En ese sentido, la CGT impulsó un proyecto de ley con el que se proponia sistematizar y consagrar todas las conquistas alcanzadas desde la primera gestión peronista, en una sola norma, dado que las mismas que se encontraban dispersas en distintas leyes, decretos del Ejecutivo y jurisprudencia (es decir, antecedentes judiciales). Ese proyecto tenía un comandante natural: Norberto Centeno. El laboralista reunía las condiciones técnicas de un gran abogado, el conocimiento del derecho laboral europeo, los vínculos con la academia y también con los magistrados, pero fundamentalmente era un hombre de la CGT, completamente identificado con el movimiento obrero y sus conducciones, se había formado al calor de la lucha de los trabajadores, y como todo peronista entendía y hacía carne la Doctrina legada por Juan Perón. 
Centeno se cargó la discusión al hombro, y la llevó a diversos sectores, recogiendo críticas y acercando posiciones. En los intercambios con colegas y funcionarios, estableció que toda la ley debía articularse en torno al Artículo 4, que marcaba el carácter humanista y componedor de la norma, y definía el concepto de Trabajo: “Constituye trabajo, a los fines de esta ley, toda actividad lícita que se presente en favor de quien tiene la facultad de dirigirla, mediante una remuneración. El concepto de trabajo tiene como principal objeto la actividad productiva y creadora del hombre en sí. Sólo después ha de entenderse que media entre las partes una relación de intercambio y un fin económico en cuanto se disciplina por esta ley”. Quedaba así plasmado un principio estructural, de nuestra Doctrina Justicialista al Ordenamiento Jurídico: EL TRABAJO NO ES UNA MERCANCÍA, es la actividad creativa y creadora del hombre. Desde el Humanismo, vemos al Derecho del Trabajo como un instrumento para someter las relaciones económicas a valores, es decir, intentamos moralizar la economía, despojándola de su idea mercantilista única, que ve en el trabajo una simple transacción comercial. Para nosotros, el trabajo incluso es más que un ordenador social, determina nuestra pertenencia y forma parte de nuestra Identidad: La persona del trabajador y su actividad productiva y creadora son dos representaciones diferentes de una misma identidad. Podríamos incluso decir que en realidad no existe el trabajo, sino hombres y mujeres que trabajan, porque hombres y mujeres no ponen en juego lo que tienen, sino lo que son. La Economía debe estar al servicio del Hombre, o como se leen en los fundamentos del proyecto “la subordinación de la Economía al Derecho” no es más que el medio hacia la Justicia Social. 
La CGT imprimió una edición rústica de la obra legal de Centeno (316 artículos, divididos en 16 títulos que hablaban de las modalidades del contrato, del salario, vacaciones, feriados, trabajo de mujeres y menores, de la jornada, accidentes, derecho a huelga y otros aspectos de las relaciones del trabajo) y la trasladó a las comisiones del Congreso para que se iniciara la discusión. 
El proyecto ingresó por el Senado el 21 de marzo de 1974, y dos meses después obtuvo dictamen en la Comisión de Legislación del Trabajo, Legislación General y Previsión Social. 
La Ley 20.744 se sancionó el 11 de septiembre de 1974, y a partir de entonces, generaciones de laboralistas repetiríamos su número como un mantra. 
Juan Carlos Fernandez Madrid, académico, juez laboral, ex presidente de la Asociación Argentina del Derecho del Trabajo y coautor junto a Centeno y Justo López del libro “Ley de Contrato de Trabajo comentada”, define: “El derecho del trabajo es un derecho protector: o es protector o no es nada (...) Centeno asumió ese carácter del derecho del trabajo a través de esta disposición de la ley de contrato y de muchas otras que la califican como una ley antifraude, protectora, que instrumenta el artículo 14 bis de la Constitución Nacional. Todo eso lo hizo Centeno, lo inspiró Centeno. Y pudo dar forma a una regulación dispersa, y una jurisprudencia profusa, y también dispersa, en un texto orgánico. El trabajo de Centeno fue un trabajo brillante, significativo para el derecho y basal para el derecho del trabajo2.
La Ley fue promulgada el 27 de septiembre de 1974, pero fue presentada una semana antes al pueblo trabajador en un acto masivo en Plaza de Mayo, que encabezó Isabel Perón y convocaron la CGT y las 62 Organizaciones Peronistas. La Secretaría de Prensa y difusión de Presidencia imprimió el texto de la ley, cumpliéndose así el anhelo de Centeno y de todo abogado laboralista y militante peronista: que los trabajadores tuvieran en el bolsillo, en letra apretada, uno por uno, cada principio y cada conquista por la que tanta sangre se derramó. Que una norma no sea un instrumento de dominación, sino una herramienta para torcer asimetrías y que cada compañero o compañera, delegado o delegada, trabajador o trabajadora, acceda a ella de modo simple y eficaz, la conozca y la replique, la cumpla y vigile su cumplimiento. Incluso, más allá del valor jurídico o de la importancia en términos de ejercicio de derechos que esto supone, simplificar y acercar aquello que estaba tan disperso, es todo un símbolo político. Sin embargo, el abogado no participó del acto de presentación, su nombre tampoco figuró en parte alguna, ni del anteproyecto, ni del proyecto que se discutió, aun cuando todo el mundo sindical y laboral sabía que era el redactor designado. 
La importancia histórica, jurídica, política y cultural de la Ley de Contrato de Trabajo anteriormente expuesta, se pone de manifiesto también frente a la mutilación de gran parte de su articulado, en abril de 1976, apenas treinta días después del golpe de Estado cívico militar del 24 de marzo. Con una única firma, la del dictador Jorge Rafael Videla, se eliminaron 25 artículos y se modificaron 98 de los 316 originales: el 40% de la ley fue suprimida o modificada por una dictadura genocida. 
De esa forma, restituyeron los beneficios que la tercerización daba a los empresarios; se eliminó el principio in dubio pro operario (ante la duda, estar en favor del trabajador) en materia probatoria; se cercenaron derechos relacionados con la huelga y otras medidas de acción directa; se derogó el derecho a retener las tareas frente al incumplimiento de la patronal del deber de seguridad; entre otras. Ello resultó coherente y funcional a la ideología liberal y corrosiva de los derechos sociales que caracterizó a la política económico-social llevada adelante desde el Ministerio de Economía que encabezó Martínez de Hoz; y que la Ley signifique un obstáculo a sus política de saqueo y hambre, explica por sí sola su importancia3. Por supuesto, el desguace de la Ley de Contrato de Trabajo no fue la única medida del gobierno militar contra los trabajadores. El mismo día del golpe comenzó la oleada de derogaciones de leyes por decreto, ya sean relativas a derechos sociales o a la actividad gremial. 
Pero los genocidas no sólo avanzaban sobre las leyes. Una vez más, como cada vez que el frente cipayo accedió al poder, casi al unísono con la toma de la Casa Rosada, los militares fueron a buscar a Centeno y lo llevaron al grupo de Artillería de Defensa Aérea (GADA) 601. Al día siguiente lo soltaron. 
A partir de esa detención, y por el panorama de violencia que atravesaba la sociedad, al igual que a Ortega Peña, familia y amigos le recomendaban a Centeno tener una custodia, portar un arma o al menos ser más consciente de su vulnerabilidad. “El día que me quieran matar, me mandan un cohete teledirigido por la cloaca justo cuando estoy sentado en el inodoro, así que no se haga problema” dice que le respondió a Néstor Tomaghelli, su asistente4. A veces piso el palito y me pregunto qué habría pasado si hubieran sido menos ingenuos. Y acto seguido me respondo que en ninguna cabeza podría haberse cruzado el horror sin límites al que estaban expuestos. Centeno tenía razón: el enemigo era amo y señor, y dispuso a su antojo sobre la vida y la muerte de cientos, de miles. 

Norberto y Néstor estaban reunidos la noche de su secuestro. Cuando se retiraban de una cafetería y se dirigían al auto del primero, escucharon la voz de alto del Ejército. Al acatar, media docena de hombres de civil los arrastraron violentamente hacia una obra en demolición. 
A Tomaghelli lo dejaron ir con la expresa instrucción de abandonar la ciudad junto a su familia esa misma noche. El asistente de Centeno obedeció a rajatabla las directivas. También llamó a la esposa de Centeno para ponerla al tanto del episodio. 
En la casa de los Centeno, la ausencia de Norberto inquietó a su mujer y sus hijas, pero con cierta esperanza de que se trate de una detención política más en el largo historial que venía sufriendo el abogado. 
Lo que no sabían en aquel entonces, que a la par de su detención y secuestro, lo mismo estaban haciendo con otros abogados. Entre la tarde del 6 de julio y la madrugada del 13 de julio de 1977, en Mar del Plata el Ejército llevó adelante la operación represiva más grande de la ciudad: secuestró a siete abogados, junto con alguno de sus familiares, en total once personas5. Ninguno tenía participación en la lucha armada, pero todos defendían a los trabajadores: los propios militares bautizaron al operativo “la noche de las corbatas”. De los siete cuadros técnicos que nos fueron arrebatados por motivos ideológicos y políticos, dos fueron asesinados y tres de ellos permanecen desaparecidos. 

María Eva Centeno, la mayor de sus dos hijas, con 24 años y estudiante de Derecho, fue a primera hora de la mañana a denunciar la desaparición de su padre en la comisaría primera. Ante la negativa, al día siguiente, intentó presentar un hábeas corpus6 a favor de su padre. En la mesa de entradas del juzgado a cargo de Pedro Hooft7 no le aceptaron la presentación porque no llevaba la firma de un letrado. La socia de Centeno, estampó su firma y pidió hablar con el Juez. 
El miércoles 6 de julio, mientras en la superficie la familia, amigos y asociaciones de letrados motorizaban una incesante búsqueda, Centeno, junto con otros dos abogados, Raúl Alais y Manuel Arestín, habían sido llevado a uno de los cinco centros clandestinos de Mar del Plata: La Cueva (Base Aérea Militar, bajo el dominio del General Carlos Suárez Mason), y sometido a torturas. Allí ya se encontraba secuestrada Marta García de Candeloro, la mujer del Dr. Jorge Candeloro, quien al ingreso de Centeno llevaba muerto una semana, luego de días y noches de torturas. Ella sería la única sobreviviente y testigo. Investigar, leer y luego intentar narrar el horror padecido en centros clandestinos nunca es fácil. Reservo los detalles escabrosos porque creo que aun sin ellos, nos duele en la propia piel la tortura y la vejación. 
El tormento físico siempre iba acompañado de la búsqueda de un quiebre psicológico. Por ello, los represores les cantaban la marcha peronista y les decían que eran montoneros. Marta García de Candeloro supone que Centeno nunca supo qué ocurría, ni dónde estaba, ni quiénes eran sus secuestradores. Luego de la primera sesión de tortura, y durante toda la noche se escuchó agonizar al abogado laboralista reconocido en todo el país y foros internacionales, quien nos legó la Ley de Contrato de Trabajo, quien había sido encarcelado 4 veces antes, quien dedicó su vida a la representación letrada de trabajadores y sindicatos. 
Si bien todavía era joven, la salud de Centeno estaba dañada por el cigarrillo y los años de cárcel, en especial los que había pasado en Ushuaia. Resistió la primera sesión de tortura, pero cuando volvieron a torturarlo al día siguiente, su corazón no aguanto la combinación de los golpes, la electricidad y la asfixia, y murió. “Resistió”. Centeno era una máquina de resistir, desde el ‘55 hasta ese momento en que su corazón decidió dejar de latir. 
Los militares retuvieron su cuerpo dos días, para finalmente abandonarlo al sur de Mar del Plata, al costado de una ruta. Pese a que se encontraba muy golpeado, lograron reconocerlo por el grabado de su alianza. 
El ocultamiento del crimen de Centeno implicó dos etapas: por un lado, “La inteligencia militar fraguó un comunicado de la organización Montoneros (fechado el 10 de Julio, día de la muerte de Centeno) adjudicándose el crimen del laborista por encontrarlo culpable de ‘alta traición a la Patria’, de pertenecer a la clase ‘proimperialista, explotadora y asesina’, de apoyar a las ‘bandas terroristas de la derecha’”; sin embargo, ya en aquel entonces se creía difícil que Montoneros hubiera podido secuestrar a tantos abogados, teniendo su estructura operativa corroída por la represión militar. Y por otro lado, trasladaron el auto secuestrado al laboralista a la Ciudad de la Plata, donde montaron un supuesto enfrentamiento en el cual abatían a Montoneros que “estaban huyendo” en él. Uno de los trasladados, el Dr. Carlos Bozzi logró escapar y, denunciando tal montaje, hoy es uno de los principales referentes de la Noche de las Corbatas y cada vez que puede recuerda que falta investigar la complicidad civil. 
La última persona que vio con vida a los abogados, Marta García de Candeloro, fue trasladada a fines de ese julio fatídico a la comisaría cuarta. Allí se pierde la pista de las corbatas. Es probable que hayan sido arrojados al mar desde aviones militares. 

Rodolfo Walsh decía que “nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas.” Nuestro mandato histórico siempre ha sido adueñarnos de nuestra propia historia. Para ello tenemos que salir a buscarla, conocerla, y amarla con todo los laureles que supimos conseguir, con los errores que hemos cometido, y a sabiendas que aún en las grandes conquistas, siempre cedimos algo por el bien de los que vendrán: entre sangre o tiempo, a veces pudiendo optar por el tiempo; pero otras tantas debiendo exponer la propia vida por un presente y futuro mejor. 
Centeno sólo es uno de los tantos compañeros y compañeras a las que recurrir cuando sintamos el corazón acobardado. Y como él tantos otros por recordar, e incluso conocer. 
El trasvasamiento generacional es condición necesaria para poder sintetizar Historia, presente y Utopía. Con la sangre derramada como estandarte, con la escucha a nuestros viejos y viejas dirigentes, con el empuje del alma joven que se organiza para dar la madre de todas las batallas, viviremos y venceremos. Y esa Victoria final redimirá todas las frustraciones. 

Referencias:


1 La Noche de las Corbatas. Felipe Celesia y Pablo Waisberg.

2 Juan Carlos Fernández Madrid, en La Noche de las Corbatas. Felipe Celesia y Pablo Waisberg.

3 Más cercano en el tiempo, la Ley de Contrato de Trabajo sería sometida a más recortes y ajustes a llevados adelante por el neoliberalismo, esta vez, personificado en la figura de Carlos Saúl Menem. A través de la desregulación y flexibilización laboral, la protección al trabajador quedó al borde de la desaparición.

4 Dichos de Néstor Tomaghelli en el Juicio por la Verdad en Mar del Plata, 24 de septiembre de 2001.

5 Las personas secuestradas fueron: Norberto Centeno (abogado) – Asesinado durante las torturas; Jorge Candeloro (abogado) – Asesinado durante las torturas; Martha García, esposa de Candeloro – Sobreviviente; Camilo Ricci (abogado) – Sobreviviente; Carlos A. Bozzi (abogado) – Sobreviviente; Salvador Manuel Arestín (abogado) – Desaparecido; Raúl Hugo Alais (abogado) – Desaparecido; Tomás José Fresneda (abogado) – Desaparecido; Se presume que los tres hayan sido víctimas de los vuelos de la muerte; María de las Mercedes Argañaraz de Fresneda (embarazada de cuatro meses, esposa de Fresneda) – Desaparecida; Néstor Enrique García Mantica – Desaparecido; María Esther Vázquez de García (esposa de García Mantica) – Desaparecida; José Verde (ex secretario General de la Asociación Judicial Bonaerense Mar del Plata) – Sobreviviente; Esposa del anterior – Sobreviviente.

6 El Habeas Corpus es una acción, recurso y garantía, prevista en la Constitución Nacional, por la cual, ante la ausencia de una persona que se presume detenida, o ante la presunta ilegitimidad de una privación de la libertad, se solicita a un juez que la haga comparecer ante sí, a los efectos de determinar si efectivamente es legítima o no. En caso de no serlo, deberá ordenar la libertad de inmediato. Asimismo, este procedimiento no requiere formalidades, ni la firma de un letrado, y puede ser interpuesta en cualquier día y hora, dado que el objetivo es dar una rápida solución judicial a una persona que ve amenazada su libertad, atacada o restringida de forma ilegítima por una autoridad pública.

7 La Noche de las Corbatas generó, 30 años después, un intenso debate sobre el grado de participación del aparato judicial en la impunidad que durante décadas tuvieron los culpables. Para los familiares, Hooft fue parte del dispositivo represivo que secuestró y mató a sus seres queridos. La defensa de éste radica en sostener que todos los funcionarios judiciales sabían que había personas detenidas en poder de los militares. En 2006 se inició una causa por su actuación irregular como titular del Juzgado Penal 3 de Mar del Plata, en los procesos que se iniciaron por los secuestrados durante la Noche de las Corbatas y otras víctimas de terrorismo de Estado. Eduardo Luis Duhalde, en ocasión de ser el secretario de DDHH de la Nación, afirmaría: “Algunas veces por acción, otras por omisión y otras por omisión impropia, el acusado prestó a los autores materiales de los delitos particulares que se cometieron en aquella época, incluidos dentro de la categoría de Lesa Humanidad” un auxilio o cooperación institucional sin los cuales, no habrían podido cometerse o al menos no con la impunidad en que se ejecutaron”. La connivencia de magistrados con la pata civil de la última dictadura, e incluso como garante de la impunidad de éstos y de miembros de las fuerzas, amerita un ensayo completo.

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