Comunidad Organizada: La filosofía del Pueblo argentino para transformar la realidad | Por Salma Saied

Por Salma Saied
Miembro de la Secretaría de Formación Política
Organización Peronismo Militante Tres de Febrero

"El movimiento nacional argentino, que llamamos justicialismo en su concepción integral, tiene una doctrina nacional que encarna los grandes principios teóricos de que os hablaré enseguida y constituye a la vez la escala de realizaciones, hoy ya felizmente cumplidas en la comunidad argentina" Juan Domingo Perón

En abril de este año se cumplió el aniversario número 71 de la celebración, en Argentina, del Primer Congreso de Filosofía Nacional realizado en toda Latinoamérica. Sin dudas, este significaría un punto de inflexión para nuestro país y sería de vital importancia para nuestro pueblo y muchos otros pueblos del mundo.

Perón, en 1949, en pleno mundo bipolar donde el imperialismo norteamericano con su orientación a la democracia liberal se disputaba la hegemonía mundial con el imperialismo soviético y su orientación al colectivismo, decide a través de la realización del Primer Congreso Argentino de Filosofía (a partir del que se crearía un libro fundamental, La Comunidad Organizada) presentar la propuesta ante el mundo de una nueva doctrina universal, cualitativamente distinta a las formas de concebir la vida desarrolladas por los imperios: El Justicialismo.

Ahora bien, ¿Cuánto conocemos de ese Congreso? ¿Cuánto se habla hoy, en las universidades, las escuelas y las distintas instituciones educativas de ese hecho Histórico? ¿En qué radica su importancia y cuáles son los problemas de esa invisibilidad? Si partimos del poco conocimiento que se le da a este tema tanto en la cotidianeidad como en las instituciones educativas podríamos encontrar una respuesta casi instantánea: la estrategia del imperialismo cultural que se propone naturalizar la idea de que nuestra posibilidad histórica está signada únicamente por nuestra adecuación a teorías ajenas. Aquel tipo de colonización que al ser imperceptible se vuelve también, más peligrosa y efectiva: la de las ideas. Colonización que, ocultando el potencial de nuestros compatriotas para generar teorías, preceptúa la idea de que unos pueblos son productores de conocimiento, y otros están condenados naturalmente a adecuarse invariablemente a ser consumidores, importadores de ese conocimiento, ya que no tienen capacidad de crear el suyo propio.
He aquí uno de los motivos de la importancia fundamental de este Congreso: el de ser una evidencia empírica de que los pueblos oprimidos también somos productores de conocimiento, que desde nuestras tierras también brotan saberes para aportar a nuestra Patria y para proponer al resto de los países del planeta. Se vuelve disruptivo al plantear ante el mundo una teoría que, lejos de estar cerrada a tomar elementos de otros pensadores, propone un nuevo paradigma filosófico, una nueva manera de pensarnos, de pensar al ser humano, a las comunidades, a los pueblos; que propone otra forma de realización, alejándose de la dicotomía reinante.
Dicotomía que propone la oposición binaria como único parámetro de medición, y plantea dos únicas realidades posibles, generando en los pueblos la interiorización de la idea de que su realización como nación solo puede darse en tanto se accione en base a lo que propone uno u otro imperio; y que todo lo que se aleje de éstos será ideológicamente incorrecto.
“Del laberinto se sale por arriba” decía el gran Marechal y aplicaba Perón en la teoría y en la práctica. Y es que, mientras los dos imperios se disputaban nuestros destinos, nosotros dábamos origen a una tercera posición, como nueva opción superadora y enteramente propia. También Cristina Fernández de Kirchner hacía carne la frase de Leopoldo dejándolo en claro al responder a un periodista, hace algunos años, que no era de izquierda ni de derecha, sino peronista; despertando críticas por parte de sectores muy diversos y dejando en evidencia que, a pesar de tratarse de un contexto completamente diferente al del siglo pasado,la vigencia de la penetración imperialista en nuestras ideas sigue siendo indiscutible.
Es a partir del ejemplo citado anteriormente en que se podría analizar el verdadero trasfondo de la cuestión: los medios de comunicación, las instituciones, la academia actual, al invisibilizar a los más importantes pensadores de nuestra Patria (como lo es Juan Domingo Perón) se vuelven reproductores de aquella zoncera que Jauretche definiría como “la madre que las parió a todas” , esa que sigue generando la asociación de  lo nuestro con la barbarie que no encuentra posibilidad de realización si no es acudiendo a la civilización… la que por supuesto, siempre es extranjera. Es así como, en este sentido, nuestros términos no tienen el mismo valor, no existen o son sinónimos de algo inferior.
Siguiendo esta línea, se intenta reducir al Peronismo y a la historia de nuestra Patria a una serie de acontecimientos anclados en el pasado, producidos por pura suerte o azar; que nada tienen que aportar en la discusión de ideas, ni en la construcción del mundo actual. De esta forma, no solo se oculta nuestro potencial como argentinos para generar conocimiento, sino la relación indisoluble entre la realidad efectiva del peronismo y las ideas presentadas por éste ante el mundo. Así es como brota otro de los tantos motivos de la fundamental importancia del Congreso del ’49: la denuncia de Perón al divorcio que la modernidad establece entre teoría y praxis.
El Justicialismo propone ante el mundo terminar con aquella situación en que la discusión de las ideas transita su curso por un camino paralelo y completamente distinto al de la realidad. En este sentido, Perón deja en claro que la doctrina explicitada no se propone ser un conjunto de abstracciones muertas en el papel o en discusiones vagas, ni tampoco propone un movimiento que ejecute ideas que le son externas; sino una filosofía cuya importancia radica, justamente, en ser a su vez una realidad efectiva. Es así como puede encontrarse la explicación de que Perón elija pronunciar su discurso el año en que los principios postulados están incluso sentados en una constitución, que está, a su vez, interiorizada por el pueblo y refleja los pensamientos de éste; a pesar de que el diagnóstico que compone tal discurso haya sido elaborado con anterioridad.El cumplimiento de los principios forma parte intrínseca de la filosofía peronista.
De esta forma podemos ver otra gran ruptura que Perón establece con los imperios dominantes de ese momento: el de partir de la historia de nuestra tierra y nuestro pueblo, expresando una síntesis entre teoría y realidad ; diferencia fundamental con el ideologismo liberal y con el marxista. Decía Jauretche al referirse a este tema (hablando del ideologismo):

“(…) Como la realidad es para él la barbarie, la desestima. De ninguna manera intenta adecuar la ideología a ésta; es ésta la que tiene que adecuarse, negándose a sí misma, porque es barbarie. Así la oligarquía y su oposición democrática o marxista disienten en cuanto a la ideología a aplicar, pero coinciden totalmente en cuanto al mesianismo: civilizar. Si la realidad se opone a la aplicación de la ideología según se transfiere, la inadecuada no es la ideología de transferencia sino la realidad, por bárbara. Los fines son distintos y opuestos en cuanto a la ideología en sí, pero igualmente ideológicos. Si en las ideas abstractas son opuestos, la zoncera Civilización y barbarie los unifica en cuanto son la civilización. De donde resulta que los que están más lejos ideológicamente son los que están más cerca entre sí —en cuanto teólogos— como ocurre cada vez que la realidad enfrenta a todos los civilizadores. Entonces se unifican contra la barbarie, que es como llaman al mundo concreto donde quieren aplicar las ideologías.”

El Peronismo se muestra novedoso al evidenciar la relación dialéctica que existe entre las ideas y la realidad, dejando ver que ambas se encuentran en un mismo plano, y se retroalimentan constantemente. El pueblo nutre las ideas que a su vez nutren a la realidad efectiva del mismo pueblo. Los principios teóricos y los hechos concretos no caminan por carriles separados, sino que entablan un diálogo constante desde el cual se concreta la transformación de la realidad.Esta filosofía presentada a su vez como un conjunto de realizaciones cumplidas, no solo sobresale de las ideas corrientes del momento, por lo anteriormente expuesto,  sino también por lo novedoso de establecer como cuestión fundamental, como eje conductor, el alcance de la felicidad de los pueblos.
En este sentido, Perón da vital importancia a la necesidad de ajustar el desequilibrio que, analiza, se da en la modernidad entre el avance espiritual y el material, estando el primero en una situación de gran retraso respecto del segundo. Así, se aleja del materialismo esbozado tanto por el liberalismo como por el marxismo y propone una alternativa superadora.
De esta forma es que elementos de pensadores modernos y premodernos de distintas partes del mundo, ideas de autores clásicos griegos, se sintetizan con nuestra historia, nuestro pueblo, nuestra tierra y a partir de una noción humanista y cristiana, paren una nueva doctrina universal, que pretende dar respuesta a este desequilibrio; y cuyo gran padre es Juan Domingo Perón: el Justicialismo.
La base del Justicialismo se expresa en la noción de Comunidad Organizada, a través de la que se sintetiza una nueva concepción del individuo y de la comunidad; e incluso se replantea la naturaleza humana.En este sentido, Perón se aleja tanto del liberalismo como del colectivismo exacerbado, postulando que ambos extremos son contrarios a la verdadera realización de los pueblos y su felicidad. Asi, por un lado denuncia el avance del liberalismo y se aleja de éste, por acusarlo de volver a los individuos amorales y egoistas, abandonándolos en la soledad de la historia al pensarlos disociados de cualquier pertenencia a la comunidad. En las ideas, el liberalismo plantea una libertad que es, en verdad, ficticia. Esta es enemiga del bien común y del interés social, y proyecta al yo a partir de la negación de lo comunitario, siendo inútil incluso a sí misma, ya que, en palabras de Perón “el hombre no es una personalidad libre hasta que aprende a respetar al prójimo”. De esta forma, plantea que no es en aislamiento como puede producirse esta personalidad libre; sino únicamente en el marco de la convivencia; en tanto a la arbitrariedad y al deseo de poder del individuo se le superponga la verdadera voluntad de libertad, de soberanía del hombre, que no es otra que la voluntad de la razón.
A su vez, por otro lado, y aun a pesar de resaltar la importancia que le otorga a la comunidad, Perón discrepa por completo con aquella idea que plantea como solución la supresión del individuo. 

En este sentido, se aleja del colectivismo extremo que insectifica a los individuos, quienes se encuentran anulados por la sociedad a la que pertenecen. La misma, al no reconocerlos como sujetos, los vuelve potencialmente sacrificables. Si la suma de ceros es siempre cero, entonces no hay comunidad con posibilidad de realización en el marco de individualidades completamente silenciadas.
Así es como Perón llega a una síntesis proponiendo una nueva forma de concebir la relación individuo - comunidad.
En este sentido, plantea que es a partir de la realización de los individuos en que la humanidad se realiza. A su vez, los individuos sólo encuentran su horizonte de realización en tanto concentran sus esfuerzos en forjar lo colectivo, en labrar sociedades sanas con sentido histórico. Cada individuo posee un rol, una tarea específica a aportar en el bien general y es en este aporte en que su realización se ve concretada.
Por lo tanto, ni el individuo se realiza aislado de la comunidad ni la comunidad se realiza si anula la potencialidad de cada sujeto que la compone, es en el hombre como célula del bien general en que debemos encontrar la respuesta.
La Comunidad organizada es más que la suma de las partes, es un cuerpo colectivo que implica vínculos indisolubles, una unidad orgánica guiada por una experiencia espiritual compartida. No es la comunidad lo mismo que la sociedad, ya que en ésta última hay una relación contractual que los individuos establecen para evitar la guerra, resignando su supuestamente verdadera naturaleza y libertad que está basada en la enemistad con el resto de los hombres.
La comunidad implica unidad mística, metafísica, unidad de destino de los individuos, en que éstos construyen lo comunitario, a la vez que lo comunitario, al cambiar con el transcurso de la historia, transforma a quienes lo componen: los individuos, los cuales, al mismo tiempo lo seguirán construyendo y performando. En la comunidad organizada, EL YO SE REALIZA EN EL NOSOTROS. La comunidad, a diferencia de la sociedad, a la que regulan los intereses y el mercado, está moderada por un conjunto de valores compartidos. Valores que, en el peronismo, están encarnados en la doctrina justicialista.
Pregona la verdad número 13  que Un gobierno sin doctrina es un cuerpo sin alma;  y allí es de donde puede inferirse el carácter inmortal de nuestro movimiento. Es que la doctrina es también el alma de nuestro movimiento. Y, como toda alma, es eterna. Por lo tanto no es solo el conjunto de realizaciones materiales lo que vuelve al peronismo perpetuo en el tiempo ; sino por sobre todo, sus valores, que jamás perecen.
Los hombres del Pueblo son quienes portan esos valores máximos establecidos en la doctrina. Los valores del hombre tienden siempre a la construcción del bien general, y eso, una vez más, lo aleja a Perón de aquellos pensadores que Amalia Podetti denomina como “autores de la comunidad disociada”: Hobbes y Marx.
En el Leviathan el hombre es el lobo del hombre y su estado natural es el de la guerra, mientras que, en Marx, la historia es la historia de la lucha de clases. Si bien Perón no niega la existencia de intereses contrapuestos, rechaza fuertemente ambas ideas por estar guiadas por el egoísmo y ser disociadoras de los elementos naturales de la comunidad.
El egoísmo no es, para Perón, más que un valor-negación, una ausencia de otros valores.
Por tanto, es a a partir de una actitud positiva con base en las virtudes contrarias, a partir de una visión ética generosa y amplia; que se lo puede hacer desaparecer; y no a través de la lucha de unos contra otros. Solo a partir de la solidaridad y el deseo de una expansión del bien individual al resto de la humanidad, es que la corrección del egoísmo encuentra su horizonte de realización.

En conclusión, será necesario preguntarnos ¿Qué importancia tiene lo dicho anteriormente para nuestra realidad contemporánea? ¿Cuál es nuestro rol?
Más de 70 años pasaron desde aquel hecho.
Estamos hoy ante una realidad muy diferente a la que encontró a Perón brindando aquel congreso hace más de medio siglo.
Ya no son dos los imperios dominantes. Tras el triunfo de la globalización que consagró como único vencedor al imperio norteamericano, el liberalismo no cesa de avanzar y el individualismo de expandirse , encontrando siempre sus nuevas formas de posibilidad.
El posmodernismo nos ubica en una realidad que, en cuanto es teorizada, lo hace a partir de realidades y puntos de vista distintos a los nuestros. Y nos encuentra, por tanto, en una realidad subteorizada desde nuestra perspectiva y desde nuestras latitudes, dedicando sus esfuerzos a intentar desprestigiar y desarraigar a las teorías esbozadas en otros momentos históricos de su vocación transformadora del hoy, a invisibilizarlas y a desecharas.
La academia discute ideas apartadas de la realidad. El mundo se transforma y la historia sigue su paso. Sin embargo, la pregunta fundamental sigue siendo la misma que impulsó a Perón a realizar aquel Congreso del ’49: ¿Cómo alcanzar la felicidad de los pueblos?
Mucho tendrá la militancia que aportar a esa pregunta.
Será entonces necesario volver a nuestras fuentes para encontrar una respuesta: aquella que en nuestra Patria es expresada indiscutiblemente por la Doctrina Justicalista. Será nuestro mandato histórico predicarla y difundirla, a pesar de los esfuerzos del posmodernismo por silenciarla e imponernos nuevas y ajenas teorías como indiscutiblemente superiores.  Será necesario desarmar la colonización pedagógica funcional al imperio y a ese posmodernismo, y apuntar a que sea nuestra propia epistemología -aquella que parte de nuestro propio pueblo y cuya única empresa es la de hacer de su felicidad una realidad efectiva- el cimiento de la construcción de nuestra intelectualidad. Será necesario -en esta época minada por la subteorización -  poder teorizar la actualidad a partir de nuestra propia doctrina.
Será necesario volver a dar a la realización espiritual la importancia que merece. Ubicar el alcance de la justicia como nuestra vocación fundamental y promover la hermandad de nuestros compatriotas para mermar el egoísmo.
Fomentar la solidaridad para desarmar el liberalismo y reconstruir y reforzar el ser en común argentino y la Comunidad organizada soñada. 

Soberanía del saber nuestro como base fundamental para la liberación de los pueblos.

¡Viva Perón! ¡Viva su legado inmortal y la infinitamente vigente doctrina justicialista! ¡Viva La Patria!

 

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