Comunidad Organizada: La filosofía del Pueblo argentino para transformar la realidad | Por Salma Saied
En abril de este año se cumplió el aniversario número 71 de la
celebración, en Argentina, del Primer Congreso de Filosofía Nacional realizado
en toda Latinoamérica. Sin dudas, este significaría un punto de inflexión para
nuestro país y sería de vital importancia para nuestro pueblo y muchos otros
pueblos del mundo.
Perón, en 1949, en pleno mundo bipolar donde el imperialismo
norteamericano con su orientación a la democracia liberal se disputaba la
hegemonía mundial con el imperialismo soviético y su orientación al
colectivismo, decide a través de la realización del Primer Congreso
Argentino de Filosofía (a partir del que se crearía un libro fundamental, La
Comunidad Organizada) presentar la propuesta ante el mundo de una nueva
doctrina universal, cualitativamente distinta a las formas de concebir la vida
desarrolladas por los imperios: El Justicialismo.
Ahora bien, ¿Cuánto conocemos de ese Congreso? ¿Cuánto se habla hoy, en las
universidades, las escuelas y las distintas instituciones educativas de ese
hecho Histórico? ¿En qué radica su importancia y cuáles son los problemas de
esa invisibilidad? Si partimos del poco conocimiento que se le da a este tema
tanto en la cotidianeidad como en las instituciones educativas podríamos
encontrar una respuesta casi instantánea: la estrategia del imperialismo
cultural que se propone naturalizar la idea de que nuestra posibilidad
histórica está signada únicamente por nuestra adecuación a teorías ajenas. Aquel
tipo de colonización que al ser imperceptible se vuelve también, más peligrosa
y efectiva: la de las ideas. Colonización que, ocultando el potencial de
nuestros compatriotas para generar teorías, preceptúa la idea de que unos
pueblos son productores de conocimiento, y otros están condenados naturalmente
a adecuarse invariablemente a ser consumidores, importadores de ese
conocimiento, ya que no tienen capacidad de crear el suyo propio.
He aquí uno de los motivos de la importancia fundamental de este Congreso: el
de ser una evidencia empírica de que los pueblos oprimidos también somos
productores de conocimiento, que desde nuestras tierras también brotan
saberes para aportar a nuestra Patria y para proponer al resto de los países
del planeta. Se vuelve disruptivo al plantear ante el mundo una teoría que,
lejos de estar cerrada a tomar elementos de otros pensadores, propone un nuevo
paradigma filosófico, una nueva manera de pensarnos, de pensar al ser humano, a
las comunidades, a los pueblos; que propone otra forma de realización,
alejándose de la dicotomía reinante.
Dicotomía que propone la oposición binaria como único parámetro de medición, y
plantea dos únicas realidades posibles, generando en los pueblos la
interiorización de la idea de que su realización como nación solo puede darse
en tanto se accione en base a lo que propone uno u otro imperio; y que todo lo
que se aleje de éstos será ideológicamente incorrecto.
“Del laberinto se sale por arriba” decía el gran Marechal y aplicaba
Perón en la teoría y en la práctica. Y es que, mientras los dos imperios se
disputaban nuestros destinos, nosotros dábamos origen a una tercera posición,
como nueva opción superadora y enteramente propia. También Cristina Fernández
de Kirchner hacía carne la frase de Leopoldo dejándolo en claro al responder a
un periodista, hace algunos años, que no era de izquierda ni de derecha, sino
peronista; despertando críticas por parte de sectores muy diversos y dejando en
evidencia que, a pesar de tratarse de un contexto completamente diferente al
del siglo pasado,la vigencia de la penetración imperialista en nuestras ideas
sigue siendo indiscutible.
Es a partir del ejemplo citado anteriormente en que se podría analizar el
verdadero trasfondo de la cuestión: los medios de comunicación, las
instituciones, la academia actual, al invisibilizar a los más importantes
pensadores de nuestra Patria (como lo es Juan Domingo Perón) se vuelven
reproductores de aquella zoncera que Jauretche definiría como “la madre que
las parió a todas” , esa que sigue generando la asociación de lo
nuestro con la barbarie que no encuentra posibilidad de realización si
no es acudiendo a la civilización… la que por supuesto, siempre es
extranjera. Es así como, en este sentido, nuestros términos no tienen el mismo
valor, no existen o son sinónimos de algo inferior.
Siguiendo esta línea, se intenta reducir al Peronismo y a la historia de
nuestra Patria a una serie de acontecimientos anclados en el pasado, producidos
por pura suerte o azar; que nada tienen que aportar en la discusión de ideas,
ni en la construcción del mundo actual. De esta forma, no solo se oculta
nuestro potencial como argentinos para generar conocimiento, sino la relación
indisoluble entre la realidad efectiva del peronismo y las ideas presentadas
por éste ante el mundo. Así es como brota otro de los tantos motivos de la
fundamental importancia del Congreso del ’49: la denuncia de Perón al divorcio
que la modernidad establece entre teoría y praxis.
El Justicialismo propone ante el mundo terminar con aquella situación en que la
discusión de las ideas transita su curso por un camino paralelo y completamente
distinto al de la realidad. En este sentido, Perón deja en claro que la
doctrina explicitada no se propone ser un conjunto de abstracciones muertas en
el papel o en discusiones vagas, ni tampoco propone un movimiento que ejecute
ideas que le son externas; sino una filosofía cuya importancia radica,
justamente, en ser a su vez una realidad efectiva. Es así como puede
encontrarse la explicación de que Perón elija pronunciar su discurso el año en
que los principios postulados están incluso sentados en una constitución, que
está, a su vez, interiorizada por el pueblo y refleja los pensamientos de éste;
a pesar de que el diagnóstico que compone tal discurso haya sido elaborado con
anterioridad.El cumplimiento de los principios forma parte intrínseca de la
filosofía peronista.
De esta forma podemos ver otra gran ruptura que Perón establece con los
imperios dominantes de ese momento: el de partir de la historia de nuestra
tierra y nuestro pueblo, expresando una síntesis entre teoría y realidad ;
diferencia fundamental con el ideologismo liberal y con el marxista. Decía
Jauretche al referirse a este tema (hablando del ideologismo):
“(…) Como la realidad es para él la barbarie, la desestima. De ninguna
manera intenta adecuar la ideología a ésta; es ésta la que tiene que adecuarse,
negándose a sí misma, porque es barbarie. Así la oligarquía y su oposición
democrática o marxista disienten en cuanto a la ideología a aplicar, pero
coinciden totalmente en cuanto al mesianismo: civilizar. Si la realidad se
opone a la aplicación de la ideología según se transfiere, la inadecuada no es
la ideología de transferencia sino la realidad, por bárbara. Los fines son
distintos y opuestos en cuanto a la ideología en sí, pero igualmente
ideológicos. Si en las ideas abstractas son opuestos, la zoncera Civilización y
barbarie los unifica en cuanto son la civilización. De donde resulta que los
que están más lejos ideológicamente son los que están más cerca entre sí —en
cuanto teólogos— como ocurre cada vez que la realidad enfrenta a todos los
civilizadores. Entonces se unifican contra la barbarie, que es como llaman al
mundo concreto donde quieren aplicar las ideologías.”
El Peronismo se muestra novedoso al evidenciar la relación dialéctica
que existe entre las ideas y la realidad, dejando ver que ambas se encuentran
en un mismo plano, y se retroalimentan constantemente. El pueblo nutre las
ideas que a su vez nutren a la realidad efectiva del mismo pueblo. Los
principios teóricos y los hechos concretos no caminan por carriles separados,
sino que entablan un diálogo constante desde el cual se concreta la
transformación de la realidad.Esta filosofía presentada a su vez como un
conjunto de realizaciones cumplidas, no solo sobresale de las ideas corrientes
del momento, por lo anteriormente expuesto, sino también por lo novedoso
de establecer como cuestión fundamental, como eje conductor, el alcance de la
felicidad de los pueblos.
En este sentido, Perón da vital importancia a la necesidad de ajustar el
desequilibrio que, analiza, se da en la modernidad entre el avance espiritual y
el material, estando el primero en una situación de gran retraso respecto del
segundo. Así, se aleja del materialismo esbozado tanto por el liberalismo como
por el marxismo y propone una alternativa superadora.
De esta forma es que elementos de pensadores modernos y premodernos de
distintas partes del mundo, ideas de autores clásicos griegos, se sintetizan
con nuestra historia, nuestro pueblo, nuestra tierra y a partir de una noción
humanista y cristiana, paren una nueva doctrina universal, que pretende dar
respuesta a este desequilibrio; y cuyo gran padre es Juan Domingo Perón: el
Justicialismo.
La base del Justicialismo se expresa en la noción de Comunidad
Organizada, a través de la que se sintetiza una nueva concepción del
individuo y de la comunidad; e incluso se replantea la naturaleza humana.En
este sentido, Perón se aleja tanto del liberalismo como del colectivismo
exacerbado, postulando que ambos extremos son contrarios a la verdadera
realización de los pueblos y su felicidad. Asi, por un lado denuncia el avance
del liberalismo y se aleja de éste, por acusarlo de volver a los individuos
amorales y egoistas, abandonándolos en la soledad de la historia al pensarlos
disociados de cualquier pertenencia a la comunidad. En las ideas, el
liberalismo plantea una libertad que es, en verdad, ficticia. Esta es enemiga
del bien común y del interés social, y proyecta al yo a partir de la
negación de lo comunitario, siendo inútil incluso a sí misma, ya que, en
palabras de Perón “el hombre no es una personalidad libre hasta que aprende
a respetar al prójimo”. De esta forma, plantea que no es en aislamiento
como puede producirse esta personalidad libre; sino únicamente en el marco de
la convivencia; en tanto a la arbitrariedad y al deseo de poder del
individuo se le superponga la verdadera voluntad de libertad, de soberanía del
hombre, que no es otra que la voluntad de la razón.
A su vez, por otro lado, y aun a pesar de resaltar la importancia que le
otorga a la comunidad, Perón discrepa por completo con aquella idea que plantea
como solución la supresión del individuo.
En este sentido, se aleja del colectivismo extremo que insectifica a los
individuos, quienes se encuentran anulados por la sociedad a la que pertenecen.
La misma, al no reconocerlos como sujetos, los vuelve potencialmente
sacrificables. Si la suma de ceros es siempre cero, entonces no hay
comunidad con posibilidad de realización en el marco de individualidades
completamente silenciadas.
Así es como Perón llega a una síntesis proponiendo una nueva forma de concebir
la relación individuo - comunidad.
En este sentido, plantea que es a partir de la realización de los individuos en
que la humanidad se realiza. A su vez, los individuos sólo encuentran su
horizonte de realización en tanto concentran sus esfuerzos en forjar lo
colectivo, en labrar sociedades sanas con sentido histórico. Cada
individuo posee un rol, una tarea específica a aportar en el bien general y es
en este aporte en que su realización se ve concretada.
Por lo tanto, ni el individuo se realiza aislado de la comunidad ni la
comunidad se realiza si anula la potencialidad de cada sujeto que la compone, es
en el hombre como célula del bien general en que debemos encontrar la respuesta.
La Comunidad organizada es más que la suma de las partes, es un
cuerpo colectivo que implica vínculos indisolubles, una unidad orgánica guiada
por una experiencia espiritual compartida. No es la comunidad lo mismo que la
sociedad, ya que en ésta última hay una relación contractual que los individuos
establecen para evitar la guerra, resignando su supuestamente verdadera
naturaleza y libertad que está basada en la enemistad con el resto de los
hombres.
La comunidad implica unidad mística, metafísica, unidad de destino de los
individuos, en que éstos construyen lo comunitario, a la vez que lo
comunitario, al cambiar con el transcurso de la historia, transforma a quienes
lo componen: los individuos, los cuales, al mismo tiempo lo seguirán
construyendo y performando. En la comunidad organizada, EL YO SE REALIZA
EN EL NOSOTROS. La comunidad, a diferencia de la sociedad, a la que regulan los
intereses y el mercado, está moderada por un conjunto de valores compartidos.
Valores que, en el peronismo, están encarnados en la doctrina justicialista.
Pregona la verdad número 13 que Un gobierno sin doctrina es un cuerpo
sin alma; y allí es de donde puede inferirse el carácter inmortal de
nuestro movimiento. Es que la doctrina es también el alma de nuestro movimiento.
Y, como toda alma, es eterna. Por lo tanto no es solo el conjunto de
realizaciones materiales lo que vuelve al peronismo perpetuo en el tiempo ;
sino por sobre todo, sus valores, que jamás perecen.
Los hombres del Pueblo son quienes portan esos valores máximos establecidos
en la doctrina. Los valores del hombre tienden siempre a la construcción del
bien general, y eso, una vez más, lo aleja a Perón de aquellos pensadores que
Amalia Podetti denomina como “autores de la comunidad disociada”: Hobbes y Marx.
En el Leviathan el hombre es el lobo del hombre y su estado natural es el de la
guerra, mientras que, en Marx, la historia es la historia de la lucha de
clases. Si bien Perón no niega la existencia de intereses contrapuestos,
rechaza fuertemente ambas ideas por estar guiadas por el egoísmo y ser
disociadoras de los elementos naturales de la comunidad.
El egoísmo no es, para Perón, más que un valor-negación, una ausencia de otros
valores.
Por tanto, es a a partir de una actitud positiva con base en las virtudes
contrarias, a partir de una visión ética generosa y amplia; que se lo puede
hacer desaparecer; y no a través de la lucha de unos contra otros. Solo a
partir de la solidaridad y el deseo de una expansión del bien individual al
resto de la humanidad, es que la corrección del egoísmo encuentra su horizonte
de realización.
En conclusión, será necesario preguntarnos ¿Qué importancia tiene lo
dicho anteriormente para nuestra realidad contemporánea? ¿Cuál es nuestro rol?
Más de 70 años pasaron desde aquel hecho.
Estamos hoy ante una realidad muy diferente a la que encontró a Perón brindando
aquel congreso hace más de medio siglo.
Ya no son dos los imperios dominantes. Tras el triunfo de la globalización que
consagró como único vencedor al imperio norteamericano, el liberalismo no cesa
de avanzar y el individualismo de expandirse , encontrando siempre sus nuevas
formas de posibilidad.
El posmodernismo nos ubica en una realidad que, en cuanto es teorizada, lo hace
a partir de realidades y puntos de vista distintos a los nuestros. Y nos
encuentra, por tanto, en una realidad subteorizada desde nuestra perspectiva y
desde nuestras latitudes, dedicando sus esfuerzos a intentar desprestigiar y
desarraigar a las teorías esbozadas en otros momentos históricos de su vocación
transformadora del hoy, a invisibilizarlas y a desecharas.
La academia discute ideas apartadas de la realidad. El mundo se transforma y la
historia sigue su paso. Sin embargo, la pregunta fundamental sigue siendo la
misma que impulsó a Perón a realizar aquel Congreso del ’49: ¿Cómo alcanzar
la felicidad de los pueblos?
Mucho tendrá la militancia que aportar a esa pregunta.
Será entonces necesario volver a nuestras fuentes para encontrar una respuesta:
aquella que en nuestra Patria es expresada indiscutiblemente por la Doctrina
Justicalista. Será nuestro mandato histórico predicarla y difundirla, a pesar
de los esfuerzos del posmodernismo por silenciarla e imponernos nuevas y ajenas
teorías como indiscutiblemente superiores. Será necesario desarmar la
colonización pedagógica funcional al imperio y a ese posmodernismo, y apuntar a
que sea nuestra propia epistemología -aquella que parte de nuestro propio
pueblo y cuya única empresa es la de hacer de su felicidad una realidad
efectiva- el cimiento de la construcción de nuestra intelectualidad. Será
necesario -en esta época minada por la subteorización - poder teorizar la
actualidad a partir de nuestra propia doctrina.
Será necesario volver a dar a la realización espiritual la importancia que
merece. Ubicar el alcance de la justicia como nuestra vocación fundamental y
promover la hermandad de nuestros compatriotas para mermar el egoísmo.
Fomentar la solidaridad para desarmar el liberalismo y reconstruir y reforzar
el ser en común argentino y la Comunidad organizada soñada.
Soberanía del saber nuestro como base fundamental para la liberación de
los pueblos.
¡Viva Perón! ¡Viva su legado inmortal y la infinitamente vigente
doctrina justicialista! ¡Viva La Patria!
Excelente artículo Salma! Pensar la Argentina desdevla Argentina!
ResponderEliminar