Por Victoria Pardo
Miembro del Frente de Géneros y Diversidad
Organización Peronismo Militante Tres de Febrero
La carga negativa sobre la militancia política que descalificaba a estas mujeres y su capacidad de ejercer la maternidad, sirvió posteriormente como justificación para la apropiación de sus hijxs: eran subversivas y, como tal, no poseían cualidades morales para su crianza. Más de 500 bebxs fueron separadxs de sus familias, más de 500 identidades fueron borradas, convirtiéndose en un trauma histórico para nuestro país.
Referencias
Miembro del Frente de Géneros y Diversidad
Organización Peronismo Militante Tres de Febrero
“Aparición con vida es un surco inquebrantable (…)
Con-trans-forma un espacio político
donde están las figuras vistiendo en su desnudez
de injusticia lo que se grita, son las presencias sonoras
de una respuesta que la muerte no pudo callar.
La plena libertad de reclamar lo imposible y un paso más.
Aparición con vida es presencia política.”
Laura Hanna
Estamos llegando al final del “Mes de la Memoria” y, tras 4 años de un gobierno cipayo y neoliberal, creímos que este 24 de marzo nos iba a encontrar movilizando encolumnadxs hacia la Plaza de Mayo, esa en la que están cimentadas las revoluciones de nuestro pueblo. Pero esta vez hacemos Patria desde casa; lo que nos lleva indudablemente a muchxs de nosotrxs a movilizar nuestro sentir.
Reflexionando un poco sobre el Nunca Más, lxs 30 mil, las abuelas y madres pienso ¿Cómo se puede hacer propia la memoria colectiva si no se la conoce, si no se la ejercita? Nos resultará ajena en la medida en que no valoremos la importancia de historizar y relatar las vivencias de nuestrxs compañerxs habilitando la circulación de la palabra. Circulación que nos abre a un proceso de (re)conocimiento donde en cada relato puede decantar una nueva perspectiva que nos invite a cuestionar, a reconstruir y a revivir lo acontecido, resignificar, proponer un nuevo interrogante, dejarse interpelar. Este ejercicio constituye el material simbólico que nos permite ubicarnos como sujetos políticos de nuestra sociedad, crea identidad, prueba que somos afectadxs y afectamos a lxs demás. Que no hay ningún acto, por más ajeno que lo sintamos, que no nos atraviese.
Desde nuestro lugar como militantes, reivindicamos no sólo sus trágicas muertes sino también sus inspiradoras trayectorias de vida y de militancia. Admiramos su valentía y la tomamos como ejemplo porque sostuvieron firmes sus banderas y defendieron sus ideas en los momentos más oscuros, donde hacerlo implicaba estar poniendo en riesgo sus vidas. Donde un Estado represivo y autoritario instauraba el terror y buscaba quebrar sus convicciones para acabar con el peronismo y someter a nuestro país. En ese contexto, el que como hijxs de los gobiernos kirchneristas nos cuesta siquiera imaginar, hubo miles de compañeros y compañeras que no se rindieron y continuaron con su militancia. Encontrando los huecos, ocupando los espacios, cuidándose entre ellxs, sostuvieron organizaciones políticas y estudiantiles y los sindicatos batallando contra el terror. Muchxs de ellxs militaron también en la clandestinidad, otrxs tantxs optaron por las guerrillas. La militancia de nuestrxs compañerxs tomó diversas formas, y lo que nos parece más importante resaltar es el valor que todxs tuvieron para continuar su lucha por una Patria libre, justa, soberana y, sobre todo, democrática.
En este sentido entendemos que la memoria colectiva se (re)construye constantemente. Por lo cual, proponemos hacer un ejercicio de reflexión que nos permita ubicar el modo en que la última dictadura cívico-eclesiástica-militar ejerció una doble violencia sobre las mujeres secuestradas y detenidas desaparecidas, por su elección de ser militantes por un lado, y su condición de mujeres por el otro. En relación a esto, el documental “La parte por el todo” -https://www.youtube.com/watch?v=o-0_BYki27E- nos permite dialogar sobre cómo a través de ese mismo plan sistemático se produjo a su vez la apropiación de sus hijxs y sus identidades implicando profundamente a esas mujeres.
Según el “Informe Nacional sobre Desaparición de Personas” las mujeres constituyeron un 33% del total de lxs desaparecidxs durante el período 1976-1983. De ese porcentaje, 10% fueron mujeres embarazadas y fue, a partir de los testimonios de las sobrevivientes, que se tomó conocimiento de una violencia específica sistemática, planificada y aplicada en los diversos Centros Clandestinos de Detención (CCD) del país.
La representación social que se construyó durante esa época respecto de las mujeres militantes, sindicales, políticas, de organizaciones armadas, fue la de mujeres sexualmente libres y activas. Malas madres, malas mujeres, malas esposas y malas amas de casa. Si bien en la década del sesenta la participación de mujeres estuvo más vinculada al ámbito estudiantil, posteriormente y sobre todo desde 1973, se visualizó un aumento notable en su participación política.
El repaso histórico que podemos hacer a través de los relatos de las compañeras detenidas da cuenta de un continuum de violencia sexual ejercida en particular, ocupando el mismo lugar en la estructura de funcionamiento del CCD que el marco de impunidad en que se realizaban los secuestros, torturas y desapariciones. Ser mujer detenida suponía recibir un trato particularmente violento como parte de la estrategia de dominación. Existió la directiva de avanzar sexualmente sobre las presas como parte de un mensaje hacia las mujeres “guerrilleras”, militantes, que cuestionaron los arquetipos de femineidad dominante.
A continuación, les comparto dos relatos de Graciela Galarraga¹ en “ladransanchoweb” y un extracto del libro «Hacer justicia»² publicado por el CELS en 2011:
“Un día pidieron rehenes para llevar a Tucumán y cuando las sacaron a las compañeras, todas agarramos los platos de aluminio y comenzamos a golpear los barrotes de las celdas. Creo que despertamos a todo Devoto, estábamos tirando el penal abajo. Gritabamos ´vecina de Villa de Devoto, se han llevado a la compañera equis, la han llevado al tercer cuerpo de ejército.´ Y ahí comenzaron a haber guardias de familiares y vecinos. Los compañeros nos decían que estábamos locas. Nosotras resistíamos.”
“Ahí una compañera catequista y profundamente cristiana le dijo ´no se preocupe. Si nos cortan el pelo, crece; si nos rompen los huesos, se arreglan; y si nos matan, creemos en la resurrección de los muertos´. La convicción era más fuerte que el miedo que querían meternos, y eso que te traspasaba los huesos. Ya cuando te miraban era un disparo en la frente. Tenían un gran odio, nos despreciaban por ser mujeres. Pero resistimos, juntas”.
“La desnudez forzada, la inexistencia de intimidad respecto de la satisfacción de las necesidades fisiológicas y la violación sexual a personas débiles producto de la tortura, encadenadas o engrilladas y privadas de la visión, fue parte de la cotidianidad en los CCD. (...) En muchos casos la situación se vio agravada por tener que vivir parte de sus embarazos y partos en el contexto de sus desapariciones”.
Este proceso de deshumanización tenía como objetivo la eliminación de aquellos referentes que conforman la identidad del sujeto, apuntando a su desvanecimiento como tal. Eliminar toda huella de pertenencia, toda esperanza y voluntad para “crear” un sujeto maleable y vulnerable ante los ataques de los torturadores.
Las violaciones, la esclavitud sexual, el embarazo por violación, la esterilización producto de la tortura, los diversos abusos sexuales, sostener un embarazo en contexto de encierro, las parvas de apilamiento, desnudos, lamidas y frotamientos, el impedimento para la higienización cuando menstruaban, falsas revisiones médicas con tacto, entre muchos otros actos de violencia indescriptibles, constituyen crímenes de lesa humanidad con un especial ensañamiento hacia la mujer. Fue el castigo por mujeres, por militantes, por libres, por resistir.
Los estereotipos referidos a la mujer, sobre todo hacia la mujer militante, se reforzaron durante los entrenamientos ejercidos en el marco del Plan Cóndor. La Escuela de las Américas fue la que instruyó a las fuerzas de los países de América del Sur, entre ellos, Argentina. “Cuando una mujer era guerrillera, era muy peligrosa: en eso insistían mucho los instructores de la escuela. Siempre eran apasionadas y prostitutas, y buscaban hombres”.³ Estas lecturas morales respecto de la maternidad también pueden ser observadas en los discursos transmitidos por los medios de comunicación de la época, notas periodísticas, en comunicados oficiales emitidos por las FFAA y en las comunicaciones personales de miembros de la Junta Militar declaradas en diversas causas judiciales.

La ESMA, el Hospital Naval y el Hospital Militar fueron tres de los más importantes centros equipados como “maternidades”. En el documental podemos ver también el Pozo de Banfield y Campo de Mayo. La tortura específica en estos casos consistía además, como denunciaron Adriana Calvo⁴ y otras parturientas, en obligar a las mujeres a limpiar la sala donde habían parido y hacerlas recoger la placenta, instantes después de dar a luz en cautiverio. Otra de las prácticas que perpetuaban era obligar a las detenidas a redactar una carta a sus familiares bajo la falsa promesa de que sería entregada a ellxs junto con la criatura. Pero esas cartas nunca llegaban a manos de esas familias, el destino de estxs bebxs ya estaba determinado.
Parte del plan sistemático llevado a cabo por las fuerzas del terrorismo de Estado consistía en separar a lxs niñxs de sus familias en un intento por terminar con sus "prácticas subversivas". Posteriormente, diría al respecto el Coronel Ramón Camps⁵: "Era necesario impedir que esos niños fueran criados en las ideas de subversión de sus padres. Las llamadas madres de desaparecidos son todas subversivas. Lo son todos los que no se preocupan de hacer de sus hijos buenos argentinos". Este procedimiento de apropiación de bebxs como “botín de guerra” se llevaba a cabo de diversas maneras. Algunxs fueron secuestrados junto a sus padres y separadxs de ellxs, otrxs nacieron en cautiverio ya que sus madres cursaban su embarazo al momento en el que fueron secuestradas. En este último caso, luego del parto eran separadxs de sus madres y entregadxs a familias de militares o cercanos a ellos, que estaban en "listas de espera” de un nacimiento en esos centros clandestinos. Lxs bebxs robados fueron inscriptxs como hijxs propixs por lxs miembros de las fuerzas de represión, abandonados, vendidos o fraguando una adopción legal, con la complicidad de jueces y funcionarios públicos.
Esta apropiación se dio en el marco de una represión ilegal para avanzar en la reestructuración económica, política, social, sindical y cultural de nuestro país que se proponía el proceso militar. De ninguna manera, la extensión de los Centros Clandestinos de Detención, el secuestro, la desaparición y la apropiación de bebxs se configuraron como hechos aislados u ocasionales, sino que fueron parte un plan perverso y sistemático hacia la población civil.
Lxs hijxs de desaparecidxs descubren que su historia y su vida están ligadas a una de las historias más trágicas de la Nación Argentina. En la situación de apropiación, lxs niñxs fueron arrancados literalmente de los brazos de su madre. Arrancadxs también de su identidad y de su historia familiar, fueron sometidxs a una doble situación traumática: la desaparición de sus padres y su propia desaparición, sumergiéndolxs en un proceso de ocultamiento y enajenación. En este tipo de actos, la transgresión se hizo ley y la perversión, la modalidad del vínculo.
“Son retazos de las historias de los demás con los que voy haciendo la memoria de mi historia, de mis viejos” dice Guillermo Pérez Roisinblit en el documental.
Cada relato en su singularidad forma parte del entramado social, que es colectivo y a la vez individual. Esa experiencia-memoria que pertenece a un grupo de personas determinado que compartió un mismo espacio, una misma época (detenidxs, hijxs, madres, familia) que cuando cristaliza, se cimenta y cimenta al todo, al pueblo y nuestra historia. Son esos relatos los que construyen la historia de Guillermo, los que nos permiten conocer a nuestrxs compañerxs detenidxs-desaparecidxs, los que nos permitieron hacer justicia y construir una especie de tejido que nos involucra a todxs como parte de esa memoria colectiva.
Durante el último proceso militar, la mecánica del terrorismo de Estado sería más perversa de lo que cualquiera pudiera imaginar: se establecerían más de 500 campos de concentración, cientos de Argentinxs serían exiliadxs, Miles serían secuestradxs y 30 mil serían desaparecidxs. La semilla de su lucha moriría con ellxs y sus hijxs serían su botín de guerra. Mientras las Fuerzas Armadas hablaban de la ley, el orden, la paz y el progreso, se dedicaban a la muerte clandestina.
Pero en ese momento, cuando el silencio reinó, cuando la individualidad se institucionalizó, cuando la violencia se orquestó a lo largo y a lo ancho del país, aparecieron ellas. Y ese silencio se quebró, y el colectivo pueblo reinó, y la violencia orquestada se evidenció. La incógnita se transformó en un símbolo de lucha, la semilla de la lucha de sus hijxs hizo cuerpo en ellas. La historia se nombró, se contó y circuló. Ellas, mujeres, las locas, las histéricas. Madres y abuelas demandaron la aparición con vida de sus hijxs y sus nietxs, y haciéndolo abrieron un surco de memoria que vibra en cada unx de nosotrxs.
30.000 compañerxs detenidxs-desaparecidxs, presentes ¡ahora y siempre!
1. Graciela Galarraga fue detenida a los 18 años, en 1975 por los Comandos Libertadores de América de Córdoba. Posteriormente fue trasladada a la cárcel de Villa Devoto. Ambos extractos pertenecen a una nota hecha por “ladransanchoweb” https://ladransanchoweb.com.ar/mujeres-y-dictadura-la-sororidad-como-clave-de-resistencia/
2. El tercer extracto pertenece al libro “hacer justicia” publicado por el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) en el año 2011.
3. Se corresponde con un comentario de un suboficial chileno, que cita Pilar Calveiro en su libro Poder y Desaparición. Los campos de concentración en la Argentina. En el marco del plan cóndor, la Escuela de las Américas fue la que instruyó a las fuerzas de los países de América del Sur, entre ellos, Argentina.
4. Adriana Calvo fue secuestrada el 4 de febrero de 1977 cursando el sexto mes de embarazo, relata en su juicio junto con otras compañeras detenidas en el pozo de banfield lo ocurrido a quienes cursaban su embarazo.
5. Coronel Ramón Camps: Estuvo a cargo de la Policía de la provincia de Buenos Aires y en 1977 fue jefe de la Policía Federal Argentina. Tuvo bajo su dirección varios de los centros clandestinos de detención ubicados en la provincia. Entre los casos de los que fue responsable se encuentran el Caso Timerman y la Noche de los Lápices. A finales de 1983, el periodista español Santiago Aroca, de la revista Tiempo entrevistó a Camps. En la entrevista, el general defendió la tortura como el camino más corto para conseguir datos, confesó simpatías con Adolf Hitler (aunque negó ser nazi), admitió haber secuestrado a «niños de desaparecidos», eliminado a «periodistas molestos» y haber hecho desaparecer a 5000 «subversivos».
4. Adriana Calvo fue secuestrada el 4 de febrero de 1977 cursando el sexto mes de embarazo, relata en su juicio junto con otras compañeras detenidas en el pozo de banfield lo ocurrido a quienes cursaban su embarazo.
5. Coronel Ramón Camps: Estuvo a cargo de la Policía de la provincia de Buenos Aires y en 1977 fue jefe de la Policía Federal Argentina. Tuvo bajo su dirección varios de los centros clandestinos de detención ubicados en la provincia. Entre los casos de los que fue responsable se encuentran el Caso Timerman y la Noche de los Lápices. A finales de 1983, el periodista español Santiago Aroca, de la revista Tiempo entrevistó a Camps. En la entrevista, el general defendió la tortura como el camino más corto para conseguir datos, confesó simpatías con Adolf Hitler (aunque negó ser nazi), admitió haber secuestrado a «niños de desaparecidos», eliminado a «periodistas molestos» y haber hecho desaparecer a 5000 «subversivos».
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